Nunca estuvo el mundo completo
en que albergaba su inocencia
tan alejado del silencio.
Tremendo movimiento.
Terremoto que lo expulsa.

Desesperados gritos.
Pegasos de mármol y madera.
Un viento arrasa entre cometas rojas y amarillas.

Oh…Rosada espuma…!
Espuma y sangre.
Coágulos que envuelven su cabeza.

En los ojos no hay imágenes ciertas.
La placentera placenta que se pierde
dejando tan desvalido.
Tan indefenso cuerpo.
Forma de lechuga y mariposa,
mitad insecto bello mitad pétalo.
Algunos estertores complican el pasaje de ida.
Un embrión capullo que salta en pedazos
con chorros de corales y rubíes.

No sabemos qué hacer.
(Ahí parados.)
Mi padre sabe que entre tanto revoltijo de pasiones
vendrá su herencia.
Leyes de otra tierras.
Expresión de sus rasgos.
Carácter.

Ya nada puede volver atrás.
Nos vuelan al revés nuestros recuerdos,
nuestra historia,
nuestras maldiciones.
Como caballos al galope,
en estampida
(se van rumbo al norte y rumbo al sur.)
Esos pesos
de la carga amarga que tuvimos que sostener.
Sólo queda un aire de violines.
Aparece mamá.
La reconoce el instinto.
El camino tortuoso.
Ensangrentado.
Hirviente, ha terminado.
En puntas de pie y vestida de novia,
se acerca.

Le ofrece su leche.




Olga Ravelli
Viernes 20 de agosto de 2004.
olgarav@hotmail.com