Se sienta, como todos los días, frente a la pantalla de 1024 por 768 píxeles. Doble click aquí, doble click allá, selecciona esto, enter en aquello, teclea unas letras, enter otra vez y los parlantes sound around que su papá le regaló en la Navidad encuentran su razón de ser.
Abajo del teclado, encuentra unos dulces que en un arrebato de egoísmo, escondió de su hermano y ya deben llevar ahí un par de semanas.

¡Qué delicia, son de frutilla!-dice, dedicando una sonrisa a los 31 bits que están frente a él.

En la pantalla, una nueva ventana le advierte que un día nuevo ha comenzado, que el mundo está peor o igual que ayer, que bajó el dólar, subió el euro, la cesantía sigue igual y que Duque, el perro, obtuvo el primer lugar en el "International Pets Club" mientras que los rusos fueron a la luna de nuevo.

Piensa en lo bien que lo pasó anoche, en lo delicioso que estaba el Martini, lo hermosa que es la Carito y que en realidad no le gustaron las papas fritas con queso y orégano.

Se recuesta, como todos los días, en su cama de dos plazas, embelesado mirando fijo esa extraña cara que se forma en la esquina izquierda del techo, esa cara que a veces le guiña el ojo y hoy, sin embargo, tiene el ceño fruncido... debe ser, seguramente, porque que bajó el dólar, subió el euro, la cesantía sigue igual y fue Duque, el perro, y no Zorbas, el gato, el que obtuvo el primer lugar en el "International Pets Club".-