UNA SONRISA PARA BIN
Y ustedes lo han vuelto a hacer. El 90 % del mundo mirándolos, con los ojos clavados al televisor y ustedes lo han vuelto a hacer. Sencillamente no me sorprendieron, era lo que esperaba, pero la esperanza y el espíritu de sorpresa siempre quedan, aunque conociéndolos a lo largo de los años, ese sentimiento de expectativa no debería haber existido jamás. Y así son, lo han vuelto a votar al hijo de puta de George Bush y no importa aclarar si es Bush padre o hijo, porque los dos viene del mismo saco de excrementos. Y perdonen ese insulto proferido dos líneas atrás, lo pensé y analicé varios minutos pero no se me vino a la mente sinónimo para lo que quiero expresar con esa palabra. Ustedes han sabido como les mintió, como le mintió al mundo entero. Como su progenitor inventó una guerra Irak-Kuwait para quedarse con el petróleo. Porque Saddam Hussein nunca hubiera procurado invadir Kuwait si no estaba seguro de que Estados Unidos no se metía. Porque eso fue lo que le prometió Bush cuando Hussein se reunió con la embajadora norteamericana en su país. Pero le mintieron y después mataron a miles de irakíes indefensos en la famosa “Tormenta del Desierto” o mejor dicho “El Tormento fue cierto”. El hijo de Satanás hizo exactamente lo mismo: mentir descaradamente, ejercer censura previa en los diarios y esperar que el pueblo estadounidense fuera tan bobo como siempre. Apoyaron la guerra contra Saddam, heridos por la desaparición de las Torres Gemelas, aunque ninguna excusa es buena para desenfundar los misiles. Bueno, en realidad en EE.UU., cualquier excusa es buena para hacerlo. Vieron como las armas de destrucción masiva, principal excusa para la invasión, no existían en Irak. Se enteraron que no hubo ni había vínculo alguno entre Saddam y Osama Bin Laden, autor intelectual del derrumbe de los edificios mellizos. Notaron como las fuerzas de su país arrasaban con Afganistán para asesinar a Bin Laden, el que está hoy muy vivo, no así los miles de niños de las escuelas y hospitales que bombardearon por error. Descubrieron como el ejército de USA torturaba salvajemente a los prisioneros en la tristemente célebre cárcel de Abuh Dah, matándolos simplemente a tiros, o con picana, o humillándolos, obligando a muchos de ellos a mantener relaciones sexuales o simplemente desnudarse. Observaron como sus compatriotas eran y son asesinados en un país lejano por ir a una guerra absurda e inventada, un país que era antes mucho más ordenado que ahora, que era ayer más habitable que hoy, donde reinan gracias a Bush el caos y las guerrillas urbanas. Se dieron cuenta que el gobierno muy probablemente sabía del día exacto en que los aviones iban a impactar sobre las torres. Saben que es muy probable que ningún avión haya impactado contra el Pentágono, sino un misil de las propias fuerzas estadounidenses. Miraron que ningún país del mundo, salvo olvidables excepciones, estaba de acuerdo con las decisiones tomadas. Se creyeron lo del invento del Ántrax, polvito famoso que hasta donde me he enterado, no ha arrojado ningún detenido, ¿o será que quienes lo mandaban eran ciudadanos norteamericanos de la ultraderecha nacionalista y el gobierno le echaba la culpa al terrorismo internacional? Como sea, enterado de todas estas mentiras y barbaridades, de todo este derramamiento inútil de sangre, de todos estos asesinatos, de todos los actos filmados en distintos documentales que hacen pensar que George W. Bush no tiene todas las neuronas en su lugar, sabiendo todo esto, el pueblo norteamericano lo ha vuelto a votar, lo ha respaldado otra vez. Y yo digo que pena, que tristeza, han perdido la oportunidad de que el globo terráqueo en su mayoría, que los ve con malos ojos, a ustedes y a su gobierno, desde la guerra con Vietnam, desde el apoyo a golpes militares, desde el sustento económico a guerrillas o a poderes de facto, desde tantos lugares, desde Panamá, desde Argentina, desde México, desde Colombia, desde Nicaragua, desde Cuba, desde Afganistán, desde El Congo, desde cualquier país donde su gobierno haya tenido ingerencia alguna. Dejaron pasar la chance de que los odien un poco menos, de que por un instante les tengan un poco de respeto, un mínimo de cariño. Y no se lo tomen a mal, si en la próxima bomba, si en el próximo atentado, algo que no deseo ni mucho menos, pero igualmente no se sorprendan, si en la próxima fechoría de Bin Laden por aquella tierra, el resto del planeta ni se conmueve o por el contrario, lo ve como algo acertado. Y a mi no me verán aplaudiendo ni feliz, pero les pido por favor que no se enojen, si se me escapa una sonrisa.
Para el que el que quiera saber más sobre el atentado a las Torres gemelas o sobre la historia negra del gobierno de EE.UU., les recomiendo dos libros:
La Terrible Impostura (Thierry Meyssan) (www.effroyable-imposture.net)
Las Cloacas del Imperio (Santiago Camacho)
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