Desde que soy parte de esta comunidad, he podido observar que muchos de los usuarios adoptan la postura de pertenecer a una elite. Con todo lo antipático que me resulta ese autoproclamado elitismo, considero que, al menos en una visión preliminar, es cierto. Por otro lado, me encontré en un chat debatiendo acerca de los atributos esenciales que hacen a lo que llamamos humanidad. Creo que las posturas discutidas eran emoción versus raciocinio. Alguna dama acotó que, por carecer de emociones, yo soy menos humano. Disiento irremediablemente con esta postura, y no sólo por lo de mi carencia de afectividad. Le contesté que es el raciocinio, y nuestra habilidad de sostener una lógica consistente en el tiempo, lo que, en teoría, nos hace ser "humanos"; que un perro tiene emociones y que por más que digamos a todo el mundo que "sólo le falta hablar", sigue siendo más una expresión de deseos que un rasgo de humanidad en nuestro canino amigo.
"Bueno, y qué tiene que ver esto con el título" dirá el lector. Resulta que algunas cosas han venido a cuento en estos días; cosas que tienen que ver con la emoción, la razón y, por supuesto, también con el elitismo. Cuando uno se ve a sí mismo como parte de una elite suele ver los beneficios, antes que los compromisos que esto representa. Y escribo para comunicar algo, para que sepan un dato, que tiene que ver con un compromiso personal, que espero, que sugiero, que deseo, que adquieran al menos un mínimo porcentaje de aquellos que lean esto y puedan, a su vez, comentarlo a otros.
Una de las cosas que se derivan de nuestra capacidad de razonar es que eso nos permite inferir o deducir las posibles consecuencias de nuestros actos. Eventualmente, nos permite conocer cuando un acto es riesgoso y nos ayuda a prevenirlo. Como mi campo de estudio es el de las ciencias médicas, intentaré explicarlo sin caer en aburridas y enciclopédicas explicaciones. Espero conseguirlo. Si el tema exige ulteriores explicaciones, con gusto me ofrezco a darlas posteriormente...
En las enfermedades infecto-contagiosas, según las características del paciente, del medio ambiente y del agente causal, se pueden tomar medidas para evitar o prevenir la infección. A veces basta con educación sanitaria y saneamiento ambiental, un ejemplo de esto es el Cólera. En otras ocasiones, es necesario tomar medidas un poco más específicas, es el caso de la profilaxis química contra el paludismo (Profilaxis es decir prevención, pero difícil)
En las mejores circunstancias, existe un regalo de Dios, o del intelecto humano, que se llama vacuna, que permite que el organismo produzca una respuesta inmune muy efectiva y eficiente contra el agente que la vacuna cubre. Un ejemplo de esto último es el sarampión. Si bien todas las vacunas tienen algún efecto adverso, permiten prevenir la enfermedad o, al menos, las formas más graves de la enfermedad. Por supuesto, ninguna es inocua. Pero además tienen un impacto muy grande en cuanto a lo económico: Cada dosis de vacuna de sarampión costaba entre 0,50 y 0.70 centavos de peso-dólar en la Argentina del "1 a 1" (previo a la crisis del 2002) Como contrapartida, cada día de internación por sarampión tenía, por persona, un costo de 400 pesos-dólares. La efectividad de la vacuna es de casi un 90% con la cobertura actual de la población en la Argentina. Por lo que leí de los países con mayores representaciones en esta comunidad literaria, es extrapolable, aunque Chile y España muestran mejores índices, y el caso de Cuba no es comparable por motivos que no analizaré.
Es la vacunación un modo económico y razonable para mantener a la población protegida.
Lamentablemente, para el caso de la infección por VIH no existe vacuna. No existe tampoco una profilaxis farmacológica efectiva, racional y alcanzable, pues sólo es útil aquella en las primeras 36 horas de exposición, y esto es sólo evidente en los trabajadores del área de salud. El costo de la terapia contra el VIH era de 1200 pesos-dólares anuales por persona.
Analizando la historia del VIH quedan cosas claras: La intolerancia a los homosexuales, la discriminación que se generó, los agoreros que lo llamaron "Castigo divino"...
La comunidad homosexual fue la que se tomó, sin embargo, con mayor seriedad el asunto, y actualmente es uno de los grupos con menores índices de nuevas infecciones. Es la población heterosexual la que corre mayor riesgo. No ingresaré en temas que atañen a algo tan privado y sagrado como la intimidad humana. Simplemente quisiera comunicar una circunstancia preocupante:
La notable susceptibilidad femenina a adquirir la infección, debido a la mayor superficie de mucosa (comparar la superficie vaginal con la del glande masculino) y a la permanencia por mayor tiempo de los fluidos infectantes en vagina, a diferencia de lo que sucede con el pene, tiene una trascendencia fundamental en una patología preocupante: la infección pediátrica por VIH.
En este momento, en Argentina, el VIH/SIDA en menores de 15 años ocupa el 10% de los nuevos infectados. Y el SIDA pediátrico representa el 7% de los casos de SIDA.
Cuando un médico atiende a una embarazada, debe solicitar una rutina de estudios para conocer posibles enfermedades (algunas infecciosas, otras no) que dificulten el normal avance del embarazo o del desarrollo del futuro bebé. Ninguna embarazada se niega. Pero, en el caso del VIH, por una cuestión de prejuicios, muchas veces el estudio no se realiza. La consecuencia deviene en que, de las mujeres embarazadas infectadas con VIH, el 49% lo trasmite al bebé, antes, durante, o después del parto.
Esta infección tiene dos formas de presentación. La primera, de resolución rápida: el niño muere antes de los 2 años. La otra, permite al niño sobrevivir unos años más, pero con múltiples internaciones debido a diarreas y neumonías. Por supuesto, la dolencia admite un tratamiento que prolonga y mejora la calidad de vida, pero... lo ideal es evitarlo.
Existe profilaxis para la mujer VIH positiva: se efectúa con AZT, y reduce notablemente la transmisión al feto dado que fija el riesgo de contagio en un valor cercano al 8%. Además, con las técnicas de cesárea programada, este índice se reduce al 2%. El tratamiento indica que deberá suministrársele, al bebé, jarabe de AZT durante las primeras seis semanas de vida. Luego, la lactancia materna estará prohibida. Este tratamiento de prevención de la infección debe realizarse a partir de la semana 14-16 de gestación.
Considero que conocer esta información es un deber y trasmitirla a los demás también.
Para concluir mi exposición, recordaré algo que quizás sirva de réplica para aquellos que indicaron mi falta de emoción:
Durante el año 2001, cursando la materia de Infectología, conocí en el Hospital de Niños de La Plata a una nenita de 4 años, de hermosos y enormes ojos negros, internada por neumonía y con un tubo de drenaje en las costillas: estaba inquieta y dolorida. Cuando la vi, le di unos dos años de edad. Era su quinta internación por infecciones relacionadas con el SIDA. Sus padres, adolescentes, habían muerto hacía un año de la misma enfermedad.
Esa niña huérfana, es la cara, para mí, de esa epidemia: no olvidaré sus ojos mientras viva.
La vida para ella fue dolor, y no tuvo el privilegio de filosofar. Si tenemos el derecho a vivir nuestras vidas como nos plazca, al menos que las consecuencias no las paguen terceros inocentes.
Disculpen el golpe bajo. Quizás sea la emoción final la que los mueva.
Una última vez: Toda mujer que tenga sospecha o riesgo de VIH, debe saber que si queda embarazada es prudente efectuarse un estudio serológico, para evitar la transmisión al bebé.
Orlandoteran
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