Escribir es algo que me está atemorizando demasiado y les diré por qué. Últimamente, cuando estoy tecleando en el computador, escucho unos extraños rumores, voces difusas que parecieran ser el cuchicheo de varias personas. Aclaro que soy poco dado a tomar licor, que no sufro de alucinaciones y no se me ha diagnosticado nada que tenga atisbos de desequilibrio mental…hasta ahora…
Otro asunto que me preocupa es el hecho de tener sueños recurrentes en los cuales me veo recorriendo las neblinosas callejuelas de un curioso cementerio en el cual yacen los cadáveres de los que sé muy bien que son todos mis personajes imaginarios y entonces siento el latido de una enorme culpabilidad que me oprime el pecho, acometiendo con inusitada furia. Tengo muy claro que he sido condescendiente hasta con los malvados pero aún así, los que he decidido eliminar porque el argumento así lo reclama, me aguardan detrás de sus lápidas virtuales, arrollados en sus últimas palabras y gritando a voz en cuello: -¡Falso creador de un universo repleto de falencias! ¡Nos endosas tus propias maldades y luego nos condenas al cadalso! Veo entre penumbras sus rostros difusos y sus manos agarrotadas, siento como tironean de mis piernas, me arrastran y…despierto. Ustedes dirán que son sólo sueños, reflejos de la vida real. Vamos por parte. En estos momentos, mientras tecleo, distingo de pronto en la pantalla de mi computador una figura oscura que pareciera clavar su mirada en lo que hago. Me vuelvo con el corazón a punto de salírseme por la boca y…no hay nadie.
Ayer, mientras viajaba en el metro, a mi lado, un señor ojeaba la propaganda con mirada despreocupada. Pues bien, al mirar el vidrio de enfrente, distingo el reflejo de una mujer de oscuras vestimentas que me está mirando con fijeza ¡y que ocupa el mismo lugar del señor que lee los letreros! Volteo de inmediato mi cabeza y el hombre aún permanece allí, miro de nuevo al espejo y allí está la mujer mirándome con sus ojos desorbitados. Cierro mis ojos y cuando los abro, el señor ha desaparecido y la mujer también.
Hasta temo acostarme porque presiento que una noche de éstas seré maniatado en mi cama, me leerá algo parecido a una sentencia y después desfilarán en macabra sucesión todos esos personajes, entre ellos esa mujer de mirada inquisidora que seguramente será la que me ejecute.
-Son tonteras tuyas. –Te estás volviendo loco. –Anda donde el psiquiatra. Lo cierto es que todos piensan que estoy medio chiflado y hasta yo comienzo a creerlo.
Esto que me sucede me tiene demasiado descompuesto, las ideas no concurren a mi cabeza, es como si las musas se hubiesen ido de vacaciones, dejando mi mente clausurada con un enorme candado. Además me aterran los espejos porque intuyo que lo primero que veré será la imagen espectral de aquella mujer de mirada aterradora. No me afeito hace días y ni imagino el lamentable aspecto que debo tener. Creo que es la hora de abandonarlo todo, absolutamente todo. ¡Ya no soporto más!
Esta noche ha sido un verdadero infierno. Rendido por tantas horas sin pegar pestaña, me he recostado en la cama y de nuevo me han asolado terribles pesadillas, ha aparecido una vez más ese cortejo de seres difusos demandando justicia. He despertado a medianoche empapado en sudor y de inmediato he encendido la lámpara ya que me aterra la oscuridad absoluta. El silencio es agobiante, ni un ladrido, ni siquiera el sutil aleteo de una polilla, nada, sólo el zumbido monocorde de mi corazón y los jadeos de mi respiración agitada. Tiemblo, no se por qué. Temo, temo…
Siento Que El Me Defiende, Cautela Mis pasos Y Me Contempla Con Bondad Desde Su Inalcanzable Estatura. Es Una Fe Renovada la Que Me Embarga Hoy. Hasta Podría Pensar Que Todo Va A Cambiar, Que Los Espectros Me Dejarán Vivir En Paz.
Pero ¡No! ¡No! ¿Qué hago yo en esta habitación rodeada de espejos? ¡Oh no! ¡Y en cada uno de ellos la imagen de esa horrible mujer que me observa, me traspasa con su mirada inerte y ahora se acerca a mí, se acerca lentamente y pese a que en mi entorno no veo a nadie, en el espejo ya me ha atrapado y ahora me rodea con su brazos! ¡Noo! ¡Ahora hunde sus garras en mi piel y ríe, ríe destempladamente mientras su horrible boca agusanada se acerca a la mía! ¡Nooooooo!!!!
Terminó de teclear ese nooo alargado que era como un agónico berreo y enseguida regresó el texto a su inicio para releerlo, para modificar alguna frase o cambiar alguna iteración. Después, como lo hacía siempre, pinchó corrección ortográfica y cuando apareció el cuadradito aquel que señalaba que había finalizado la revisión ortográfica y gramatical, sonrió con un aire de satisfacción, la misma que –pensó-debe sentir aquél Ser Superior que, acodado en su trono metafísico, dirige nuestros pasos y decide un aleatorio destino para nuestra pequeña existencia…
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