El Amargo Sabor 30 Marzo 2000
Subir y bajar en el globo de niebla propulsado con las espirales de humo que salen de mi garganta. Un poco más. Para recordar tantas cosas, tantas repeticiones que nos regala la vida, para poder aprender. Tantas reacciones experimentadas por otro que recibe tus palabras. Aprender a ver lo que realmente hay y no caer hacia arriba o abajo, hacia la fantasía sin fin, el desconcierto que produce ansias de concierto. Una espiral de imaginancias y vida tan sólo para contemplar un mundo que consiste en vivir para ser vivido por otra persona. Admirar todo cuando necesitemos, un remanso de paz fuera de la bulliciosa agitación del eterno cansancio mental. Preocuparse solo de la esencia para ser feliz conscientemente, y no caer en la perdición o en la autocompasión. Subir, siempre subir a bordo del globo. Pero en ocasiones la espiral es la distancia más corta.
Otra corriente lleva a mi cabeza cerca de un lago de tonos verdosos que refleja imágenes de vivencias propias y ajenas. Amor, odio y miedo. No más que datos de recuerdos que no existen, que toman consistencia en mi mente. Permitirse el lujo de apoyar la consistencia del agua en destellos luminosos de la superficie es algo arriesgado. La más leve perturbación en la superficie de la vida ficticia que uno se imagina y todo desaparece, como apoyar el amor en el sexo. El sexo es y luego no es. Las perturbaciones son más fáciles y frecuentes en esta provincia mental.
Ansia de amar y ser amado. La necesidad no creada sin una causa definida. Con tantos motivos como almas que caminan con los ojos vendados por una llanura de eterno tránsito espiritual, en busca de la sustancia que servirá para dar forma a lo que hay en cada uno de nosotros, lo que nos hace ser diferentes, nuestros sentimientos. Esta necesidad nos es común a todos en tal o cual medida. Mi medida no es tal; no tiene limite. Es en el agua donde rocojo la dosis me doy de vivir. Una droga peligrosa con cáustico síndrome de abstinencia. Recuerdos de días sin ella me sumen en oscuros pasadizos de la mente, tan cerca del pozo, del infierno particular que todos poseemos...
Pero ahora no hay miedo, estoy en el globo a varias medidas del pozo. Surcando los cielos con mi ingenio volador, que se va desintegrando cuando más cerca estoy de conseguir lo que sueño. Un viaje sobrevolando áridas planicies que pueblan pequeños seres en búsqueda constante e inconsciente de su dosis. Mi globo vuelve a elevarse. Se alimenta con amor, como tú y yo. Satisfecho con mi porción saboreo las etéreas raciones con la esperanza de que no terminen nunca y no volver a tener en la boca de mi corazón el sabor del desamor. No, nunca mas ese amargo sabor.
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