Lo se. Parece que el tiempo de mi refugio ha sido igual de largo para ti que para mí. Te echo de menos, aunque no te lo haya dicho, y mucho, demasiado como para poder soportarlo sin tener que olvidar. Se que tarde o temprano vamos a vernos, tú fuiste la que me lo hiciste ver, cuando yo no quería, en una de tus cartas.
Tienes razón. Yo también lo necesito, pero dame un margen Marien. Yo, sinceramente, no estoy completamente preparado para reiniciar estas conversaciones, así que dame algo de espacio. Quizás a veces te parezca que me voy por las ramas, pero se que me entiendes. No quiero hablar de todo aquello, ni del pasado, ni de nada, solo de ahora. Y en estos momentos, en mi vida solo hay trabajo y alguna incipiente conversación, pero nada más. Solo leo y escucho, procuro no hablar mucho,. Me he convertido en la máxima de un bohemio, soy un monje que no cree nada. Ni siquiera se cómo soy, pero sí que hago aquí.
No estoy preparado para que nos volvamos a ver, no después de aquello. Necesito más tiempo, y se que no me lo vas a dar, se que al final cederé y las cosas serán a tu manera. Nunca me ha gustado forzar nada, eso era cosa tuya! Y lo sigue siendo, si por mi fuera ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación.
En un ataque de añoranza que tengo en estos momentos te comentaré algo: desde tu carta de la semana pasada nada ha vuelto a ser lo que era. Mi trabajo comienza a salpicarse de tus palabras y por las noches creo morirme de lo mucho que ansío volver a escuchar tu voz,, tu risa... pero cuando creo sucumbir a ese ataque empiezo a acordarme de todo aquel infierno que pasamos y agradezco seguir teniéndote así. Han sido dos años sin escucharte ni verte, y aunque no hay cosa que desee más creo que todavía no es el momento, simplemente eso.
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