Un insondable vacío de agujas, de pinchazos, de gritos desvelados, imágenes de todos aquellos a quien has dado muerte, solo te queda eso, la constancia de que por ti sufrieron.
Es duro explicar que tu también sufriste, nadie se compadece del verdugo, del dictador, ya nada puedes hacer más que ver entre sueños a tus muertos, ver en tu vida aquellos que dejaste mutilados, faltos de cuerpo pero no de memoria, vivir (por llamarle de alguna forma) con la terrible certeza de que nunca te perdonaran, acechado porque sabes que nunca olvidaran lo que les hiciste.
No importa que no haya sido intencionado, ni siquiera que tu no tomases los hilos de esa matanza, pero estabas en el poder, y esa bomba cayó encima suyo, haciéndolos trizas, manchando de sangre la tierra donde se criaron, tiznando su mirada clara...
No es necesario que respires, que sigas latiendo, que mires a tu alrededor, mejor ríndete a la evidencia de que tu vida solo consiguió el sufrimiento propio y ajeno.
Mejor, ¡mátate!
|