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Inicio / Cuenteros Locales / guinemona / Los Crímenes de Las Estrellas (¿El Caso está Resuelto?)

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Capítulo 4

El caso está a punto de ser resuelto. Se presume que habrá una nueva víctima en las próximas horas ¿Podrán detener al asesino con las pistas que cuentan?¿O todo lo que tienen no son más que pistas falsas?

Por medio de la guía telefónica se individualizaron trescientas mujeres con el apellido Bacall por lo que se organizó una especie de cordón de fuego alrededor de las presuntas víctimas del asesino, siguiendo una pauta de la lógica que había usado para atacar: los sitios, todos parecidos, a la hora y por supuesto, tomando en cuenta aquella llamada telefónica en donde anunciaba que ya era el turno de la “anciana”. Eso reducía el número de posibilidades de ataque a poco menos de una quincena.
De ellas, ocho eran mujeres jóvenes, de menos de treinta años y del resto, cuatro eran menores de cuarenta y las tres restantes eran señoras de más de setenta años , las más vulnerables al ataque del asesino. Individualizadas las tres ancianas, una resultó llamarse Laureen Bacall y por supuesto, fue de inmediato instalada una nutrida vigilancia frente a su departamento. Brian y Stephen comandaron este grupo y pasaron varios días antes que se produjese una novedad.

La señora Bacall salió de su departamento a las siete de la tarde, hecho un tanto inusual si se considera que a las seis ella se encerraba bajo siete llaves y no existía nada que la hiciera salir de allí. Brian y su ayudante la siguieron con mucha prudencia.

En una esquina la estaba esperando una ancianita encorvada con un bolso en sus manos. Los hombres se aprestaron a entrar en acción y cautelosamente se fueron acercando a ellas. Cuando estuvieron a corta distancia, Brian extrajó su pistola y encañonó a la anciana del bolso. Esta lejos de intentar huir, se puso a chillar. Brian le arrebató el bolso de sus manos y al abrirlo sólo encontró un pañuelo y un par de lentes. ¿Qué ocurría?

Antes que los policías pudiesen reaccionar, un auto se detuvo en seco y unas rapaces manos asomaron con la velocidad del rayo para jalar a la señora Bacall hacia el interior del vehículo. Luego, el misterioso coche emprendió la fuga, ante la sorpresa y el estupor de los detectives.

En cosa de segundos había ocurrido todo esto por lo que, cuando reaccionaron, el vehículo ya había desaparecido. Brian alertó por la radio a los demás policías indicándoles las características del automóvil y hacia donde se había dirigido.
La anciana no cesaba de chillar y cuando le preguntaron que tipo de relación mantenía con la señora Bacall, dijo entre sollozos que ninguna y que un tipo que le había regalado cien dólares, le había pedido a cambio que marcara el número de la anciana, diciéndole que era su prima Margaret.

-¿Qué aspecto tenía ese individuo? Preguntó Brain impaciente.

-Y yo que sé señor sin mis lentes soy una completa ciega- la anciana no paraba de chillar.

Después de un breve interrogatorio, los detectives decidieron dejarla ir pero esta vez, fue el olfato de Stephen el que lo alertó. Al ayudarla a levantarse, su cara rozó la blusa de la dama y le llamó la atención el profundo aroma a jengibre.

La mujer comenzó a alejarse, pero Stephen la siguió de cerca. Al llegar a una bocacalle, ella se dio vuelta y al encontrarse con los ojos inquisitivos del detective, bajó la mirada. Pero continuó caminando. Al pasar frente a un puesto de revistas, se detuvo y compró una revista. Se cobijó luego bajo un paradero de autobuses, se sentó y comenzó a hojear el semanario. Stepehn se acercó a paso lento y luego se sentó a su lado.

-Me preocupa su seguridad señora…-

-Hellen, Hellen Mills- dijo la anciana, algo nerviosa –Le agradezco que me proteja usted. Hay tanto delincuente suelto.-

-Tiene usted razón. El que raptó a la señora Bacall es uno de ellos. ¿Qué lee usted?-

-Ah, es una simple revista, aquí sale algo de actualidad, pero lo que a mí me fascina es cocinar, y aquí vienen exquisitas recetas.-

-Así veo. Por lo que entiendo, usted no ve casi nada ¿no?-

-Así es.- dijo la anciana nerviosa.

-Pero usted pudo ver perfectamente la revista colgada en el kiosco y no entiendo como va a reconocer su autobús si no lleva puestos sus anteojos.- dijo Stephen inquisitivo.

-Es que…- la anciana titubeaba.

-¿No será que usted no es tan miope? Como dice señor Mill.-

-Hum…, bueno uno se acostumbra a la ceguera y... – contestaba la anciana un poco contrariada.

-¿Qué lee usted aquí- le preguntó, colocando delante de sus ojos el paquete de galletas de jengibre.

-La anciana intentó levantarse pero en un rápido gesto, se echó a correr a toda prisa con el detective pisándole los talones, de pronto se detuvo en seco, aterrorizada frente a un pequeño perro Yorkshire que le mostraba los colmillos. Stephen la detuvo y de un manotón tiró de su cabellera arrancándole lo que en realidad era una peluca. Antes que el sujeto intentase cualquier movimiento, el detective ya lo tenía esposado y camino a la brigada.

-El tipo resultó ser un tramoyista y maquillador de un teatro de segunda clase llamado Edwin Flin, un sesentón que, interiorizado de los secretos de su profesión, había conservado estos conocimientos para desarrollarlos más adelante, pero ¿era el asesino? Interrogado a fondo por los detectives, negó saber en donde podrían encontrar a la señora Bacall pero aseguró que su crimen se consumaría en pocas horas.

El hombre se destacó por su parquedad, pero después de un largo asedio, terminó confesando que su sueño frustrado fue ser actor. Ello le significó transformarse en un ser reconcentrado, hosco y de temperamento explosivo. Su furia la canalizó con las máximas estrellas del celuloide, personajes famosos e inalcanzables a los cuales denostaba y ridiculizaba. Hasta aquí todo bien. ¿Pero ello fue acaso el detonante que le llevó a cometer tan horribles crímenes?

-No. Yo no las asesiné. Pero, bueno, que más da ahora. Mi labor era investigar la vida de las víctimas, conocer sus gustos y después entregar esos datos a…- dijo el hombre con desdén.

-Habla ¿a quien?, habla maldita escoria- Lo increpó Stephen ya falto de paciencia.

-No, no soy un delator.-

-Traeré al perro- dijo Stephen.

-Nooo. ¿Perro? Por favor le temo a los perros, no lo haga se lo ruego-. Dijo el hombre desencajado.

-¡Ah! ¡Ya veo! La fobia no sólo era con las estrellas de cine sino que también con los pobres brutos.

Stephen apareció de inmediato con el perro atado a una correa y al ver a Flin, el can se enfureció e intentó atacarlo. A duras penas consiguió el ayudante mantener a prudente distancia al animal.

-Por lo que veo, el animalito no estaba muy de acuerdo con sus acciones- repuso Brian.

-Sáquelo de aquí por favor. No soporto los perros. Menos a ese perro, su nombre es “jengibre”, pero sáquelo de mi vista-

-Bueno, pero entonces nos dirá en donde se encuentra el asesino en estos momentos. Le exijo que hable ahora o sino tendrá que pasar unas las horas compartiendo galletas de jengibre con “jengibre”.

Ese juego de palabras le causo mucha risa al capitán Brian, pero aterró al hombre al extremo que comenzar a gimotear.

-No, no puedo decírselo, por favor no me obligue, Usted no entiende.-

-Stephen, suelta el perro... ¡Ahora!.

El hombre abrió sus ojos en señal de espanto y trató de ovillarse en su silla.

-¡No! ¡No lo haga! El animal no es mío y por eso me detesta. Su dueño es Frank…

-…y por supuesto Frank es el asesino- completó Brian.

El tipo agachó su cabeza y comenzó a sollozar.
-Frank es mi hijo- dijo luego. –¿Entienden ahora porque no debía delatarlo?

En menos de una hora ya estaba todo claro...

Pero ¿Qué era lo que ya estaba todo claro?. ¿Y la anciana? No todo estaba claro, no todo estaba resuelto, tenían la identidad pero había una mujer en riesgo vital ¿Lograrían detener a la bestia carnicera?...

Texto agregado el 03-11-2004, y leído por 165 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
04-11-2004 Muy bien la trama de toda esta historia y muy bien redactado. Espero la próxima entrega. Mis felicitaciones. Un saludo de SOL-O-LUNA
03-11-2004 Sigue el misterio...creo que de esto sale un guión y un oscar... yoria
03-11-2004 Hasta ayer yo tenía claro que las galletas de jenjibre eran la pista. Pero ahora... ¿que decir? amigos. La bestia carnicera es muy hábil... Sigo la historia. Un abrazo a ambos Shou
03-11-2004 continúa sin decaer en ningún momento, fascinante la historia***** india
 
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