El Obispo Iluminado Grajo... continúa su horrible venganza para escarnio de Don Luis y Don Rodrigo.
SEGUNDA PARTE DE LA VENGANZA
Estaba atreviéndose de nuevo a acercar su muslo al de “ella”, cuando un nuevo trueno, a pocos centímetros de sus castañuelas, las hizo repiquetear. Esto empezó a mosquear a D. Luis, y desinfló lo inflado en cuestión de segundos.
La cogió del hombro y la zarandeó levemente por ver si conseguía despertarla. No lo consiguió. Ajeno a la mirada escondida tras una cortina, de dos de los mozos pagados por el sacristán, díjole algún requiebro al oído sin que diera resultado. Comenzó a desesperarse, y en esta ocasión el zarandeo fue mayor, consiguiendo como mucho, que soltase otro cuesco de mayores dimensiones.
Levantóse de la cama y abrió un poco más las pesadas cortinas que cubrían la ventana.
_ ¡¡¡Don Rodrigo!!!- exclamó sin saber a qué atender primero, si a taparse las vergüenzas o a sacar de aquel sopor a su amigo del alma.
Como una golondrina pasó por su cabeza el momento más culminante de su aproximación por detrás. Avergonzóse. Avergonzóse también de su amigo, nunca se imaginó que el doctor pudiese tener ese tipo de tendencias. Y en medio de su rubor buscó la ropa para vestirse. No la encontró. Los bribones escondidos tras la cortina se la habían quitado. Pensó en huir. Dudó un instante en llevarse a su amigo de allí, pero tras tamaña decepción, decidió dejarlo y salir desesperadamente a encontrarse con su montura y alejarse raudo y veloz.
Con las prisas no se dio cuenta de que la parte del pasillo que daba al comedor, fue tapada por un tabique que despistó a nuestro caballero, quien tomando la izquierda por la derecha, y pensando sólo en huir a la carrera, tomó la salida más fácil, la que al doblar la primera esquina del pasillo dejaba un portón abierto a una caída libre sobre un montón de estiércol de cerdos.
Quedóse allí como crucificado de bruces sacando sólo la cabeza y escupiendo mierda. Las gallinas, pensando que eran desechos de la cocina, para ellas una golosina, se arremolinaron junto a él picoteándole por todas partes.
Pasados unos segundos, levantóse, con tan mala fortuna, que resbaló y cayó de espaldas, quedando así rebozado pestilentemente. Aprovecharon el momento los mozos, para, desde un ventanuco del pajar, vaciar un saco de paja sobre él. Daba un susto al miedo, pero le restó valor para acudir a su caballo que hizo un movimiento extraño al no reconocer a su dueño.
Montó a pelo, por su parte, y salió de allí como alma que lleva el diablo. Dirijióse hacia la orilla del Guadalquivir para lavar todo su oprobio, y por el camino hubo de robar algunas ropas tendidas.
Mientras restauraba su persona y se reponía de lo acaecido, su mente buscaba afanosamente quién sería el causante de tanta desventura. Ya no pensó en que su amigo le jugase tan mala pasada, sino más bien que los dos fueron víctimas.
Una luz se hizo en sus retinas al tiempo que pensó en el gran poder de aquel príncipe de la iglesia, su suegro, Su Ilustrísima, Don Iluminado Graju, el que después de lo que él le hizo pasar, había tomado venganza.
Repuesto y vestido, y sin esperar a más, volvió sobre sus pasos para rescatar a su amigo del alma.
(Acabado de escribir el 30 de Octubre de 2004 por Juan A. Torrijo, alias graju)
Pero... esto no se ha acabado... continuará con el Regreso de Don Luis y Don Rodrigo luego del escarnio sufrido. |