- Siguen los mensajes en tu contestadora?
- Siguen. La intriga me tiene hecho una mierda y los papelitos siguen saliendo como ratones de todas partes. Los corazones siguen invadiendo mis bolsillos y no valen mis jueguitos de detective. Me estoy enloqueciendo.
- Y bueno Esteban, te molestan tanto las notitas? Podés hacer lo de siempre, las tirás por tu hombro izquierdo y asunto liquidado.
- No es fácil beba, tantos “tequiero” por ahí escritos me están martillando la jornada. Y si después de todo no es una broma? Y si a fin de cuentas es cierto que alguien me quiere?
- Debo irme ahora ñoño, hablamos luego.
- Espera beba, no tires la voci....na.
Esteban se toma unos segundos para pensar que todo está bien. Nunca, en los cinco años que llevaba trabajando en el prestigioso banco, se había fijado en la forma triste de los ladrillos viejos. Era un descubrimiento ocioso, pero de todos modos era su descubrimiento. Las manchitas que se formaban en los ladrillos dejaban crear y revivir fantasmitas de otoño, venganzas de invierno, pezones de verano, y claro, las primaverales charlas con la vieja... la vieja... cómo lamentaba la muerte de la vieja.
De regreso a las facturas recuerda que está por vencerce el plazo para pagar sus impuestos, levanta el maletín de cuero para sacar los papeles mientras va puteando en conducto regular a la secretaria, al notario, al jefe administrativo, al encar.... mierda!!! de nuevo otro papelito amarillo con líneas negras:
“...Querido Esteban, ayer te seguí los pasos y te veías triste. Quiero pensar que estabas mal porque estabas sin mí. Tus manos jugaban como siempre a pesar tuyo y te veías desesperado. Qué te pasa amor? Tu cabello rebelde jugaba también con el viento como las palmeras de aquella playa virgen donde fumaste marihuana por primera vez.. recuerdas? Te quiero Esteban. Me crees verdad?”
-Hola Esteban, habla beba.
-Hola.
-Dijeron que llamaste, que estabas algo agitado.
-Pues ahora estoy algo borracho. Curioso, no?
-No me parece. De nuevo los papelitos?
-De nuevo. Pero los papelitos ya no son el problema. Estoy sólo beba. Ahora resulta que necesito, pero no sé a quién, estiro los labios y cierro los ojos para nada, reservo mesa para dos a la hora de la cena, compro dos boletos para el cine... estoy sólo y no sé a quién espero...– Esteban toma en un sólo sorbo su vaso de brandy.
-Pero qué querés que te diga? Vos dijiste que no era tu hora de querer, que tu corazón era simplemente una bomba que cumplía sus limitadas funciones..
-ya no sigas. Recuerdo perfectamente lo que digo- Sirve de nuevo un vaso hasta el tope y lo bebe, esta vez más rápido que la anterior. –Quiero que vengás a mi apartamento.
-estás loco? Es casi media noche y vives al otro lado de la ciudad. Además ya estarás dormido para cuando llegue!
-Tienes la llave. No te quiero para dormirme. Quiero verte al despertar.
-Estás loco ñoño, estás bien loco.
Sonia toma un taxi sin preocuparse por la hora, el maquillaje, la lluvia, ni siquiera le incomoda no llevar más que su piel debajo el gabán. Se detiene dos calles antes de llegar al apartamento de Esteban para comprar una botella de jugo, de naranja claro, “porque las otras frutas el ñoño las detesta”.
Abre la puerta. Esteban llora y moquea deseperado, con los ojos perdidos y sonia piensa que de todas, esta es la cara más fea que le ha visto a su amigo en los veinte años de conocerlo... cierra con el pie la puerta mientras va liberándose del bolso y la botella, se sienta en el piso junto al destrozado escombro y escucha una y otra vez las repeticiones de ñoño como un pasacintas averiado: ... no la conozco, por qué no viene, si yo la amo...”
Esteban mueve la cabeza como un péndulo, o como un loco. Va disminuyendo las lágrimas, los quejidos y los mocos hasta quedar profundamente dormido.
Sonia hace un esfuerzo para alcanzar con sus labios la frente de ñoño, le deposita un beso cortito.
Luego saca del bolsillo izquierdo del gabán el lapicero y claro, la libretita de papelitos amarillos con líneas negras y empieza a escribir: “...Querido Esteban..."
|