Cuantas veces afloró por mi cabeza la soledad, la confunsión en las formas, los opacos en mis días.
Cuantas veces extrañé, extrañé tanto que ni recuerdo.
El alma afligida, ese pesar que al respirar profundamente se entrecorta, mirarse al espejo era sinónimo de dolor, una batalla perdida, ni tan siquiera los ojos, espejos del alma, estaban conmigo ni por mí, ni tan siquiera inspiraban amor ni tranquilidad,ni ternura, tan solo mostraban desesperación, no iluminaban nada, tan solo dejaban escapar de vez en cuando lágrimas, afluían sinuando formas sobre las mejillas, hasta llegar a los labios su sal.
El no saber..., era un sabor tan amargo que necesitaba ingerir agua, como si ella fuera a purificar, a limpiar penas, a arrastar cual riada dolor a un lugar lejano, donde ni siquiera pudiera adivinarlo.
Hoy ni por asomo las bromas, las llamadas de amigos del alma reconfortaban, ellos intuían, yo evitaba.
Era yo sin ser la misma, sentía el arropo de ellos, sus voces me abrazaban, pero yo era incapaz de salir de ese pozo oscuro y coger sus manos.
Se aglutinaban cientos, miles de pensamientos al instante, milimétricamente formados, batallenado contra mí, no había nada claro, tan solo...la presencia imaginaria de los ausentes quería darme paz, creía sentirla ... y esa paz sé que algún día llegará. Llegará cuando mire desde arriba... hoy todavía no puedo.
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