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ESA COSA LLAMADA AMOR



Cuando uno llega a esta edad, como yo, donde se comienza a conocer los sinsabores de la vida y tú la puedes mirar hacia atrás, por ejemplo en el amor. No digas que en el primero básico no te gustaba esa niña, a la que nunca te atreviste a hablarle, a la que adornabas con flores en tu imaginación y pensabas profundamente en ella, la de los ojos despiertos, del cabello rizado, o liso. Esa niña que hoy llevas y siempre llevarás en tu recuerdo.

Te cuento esto porque en lo personal ya me pasó y creo que a ti también, y no con una sino con muchas; y conste que no he dicho que me correspondieron, es más, nisiquiera les dije que me gustaban. Pero en fin así es esa bella y corta edad, insegura, inocente y -como ya dije- muy hermosa.

Cuantas veces no te pasó algo así, pero no creo que como a Juan, un jóven que realmente sintió amor por su sueño.

Juan recién comenzaba sus años en el colegio, aún vivía en ese mundo de fantasía, lleno de ensoñasiones, como todos los niños de esa edad, poca preocupación por los problemas reales que aquejan a las personas que viven fuera de su mundo.

Fue cuando tomó el lápiz de dos colores y lo lanzó hacia arriba, cuando nisiquiera se imaginaba lo que ocurriría al caer el lápiz. Este calló sobre la mesa de Carolina, él pensó que ella se había enojado, pero afortunadamente fue todo lo contrario; ella tomó el lápiz y se acercó hacia Juan, que la miraba muy asustado. Dulcemente pronunció las palabras fantásticas:

-Toma, se te calló este lápiz- clavando su fija mirada en los ojos de Juan. El sintió como se le erizaban los vellos del cuerpo, teniendo una sensación muy agradable para él.
-Gracias- Dijo él, un poco embobado con la sensación- y disculpa, no me fije que caería en tu puesto.






Desde aquel día, él la miraba con otros ojos, pensaba en ella, pero nunca se atrevió a aceptar que le gustaba.


Pasó algún tiempo y él en ningún momento dejaba de pensar en ella, pero sólo imaginar lo que dirían sus compañeros de curso al saber que a él le gustaba una niña, le hacía sentir ridículo.

En cada recreo él rondaba los sitios donde jugaba Carolina, y él se sentaba a mirarla jugar, con mucho disimulo. Decidió, un día, acercarse a ella, con la cautela necesaria para no ser descubierto por sus compañeros. Fue entonces cuando despertó esa sensación de agrado con la compañía de Juan.

Llegaron así las vacaciones y ellos se separaron. Al principio él la extrañaba con demasía, llegó incluso, a perder el apetito, pero a medida que avanzaba el verano, él prescindió cada vez más de su compañía.

Al regreso de las vacaciones, Juan se encontró con la sorpresa de que Carolina no volvió a clases. Supo que tuvo que irse de Chile y cambiarse de escuela. A Juan no le importó mucho esto y su infancia siguió en el mismo juego.

Pasaron los años y sólo conservaba un grato recuerdo de sus dulces e inocentes amores infantiles, ya habían pasado diez años, él se siguió interesando en otras niñas de su edad, pero fue como al principio, él nunca se les acercaba. Juan se sentía un poco extraño, porque los demás amigos ya tenían sus primeros romances con chicas. Se sentía niño chico, pero todo quedaba siempre en lo mismo, sólo sueños.

Juan, ya cansado de su soledad se dijo a si mismo que esto no podía continuar así, entonces, un día de verano vio sentarse en una banca de la plazoleta de su barrio a una niña. El nunca la había visto. Quizás se cambió a la casa que está desocupada, frente a la mía -Pensó, como si fuera la mayor suerte de su vida-.

Juan se le acercó tímidamente, sintiendo una sensación de extraña libertad, y le dijo:
-Hola, soy Juan- un poco nervioso.
-Hola, yo soy Carmela- le respondió ella con una voz dulce y segura.



A Juan le fascinaron esos inquietos ojos verdes, que lo miraban tan fijamente. El no sabia que decirle. Aunque no se conocían, ellos se cayeron muy bien y comenzaron a charlar un largo rato.

-Este barrio es un tanto aburrido, casi nunca pasa nada- Dijo Juan.
-Por aya donde yo vivía, también era muy tranquilo, aunque a veces, se armaban algunas fiestas y yo en más de alguna, lo pasé super bien.
-No, aquí también a veces hay algunas fiestas y se pasa muy bien, pero sólo en ocasiones especiales.
-¿A sí?, ¿Cómo en cuales ocasiones?- Cuestionó pícaramente a Juan.
El, medio nervioso, respondió: -como cuando llega una vecina nueva y sobretodo cuando son tan hermosas, como tú.

Al recibir esta respuesta ella sólo atinó a ofrecerle una sonrisa a su nuevo amigo. Esta sonrisa llegó hasta lo más recóndito del alma de Juan, empezó a sentir ese cosquilleo que sentía cada vez que veía a una muchacha que le gustaba. Pero, esta vez, fue mucho más fuerte y profundo.

Luego de conversar largo rato ella dijo: -tengo que irme a mi casa-
-Yo te acompaño- Añadió Juan- ¿Dónde vives?.
-Por esa calle como tres casas más adentro- contestó ella.

Las sospechas de Juan fueron ciertas, ella llegó a ocupar la casa que desde que llegó al barrio estuvo desocupada.
-Que coincidencia- dijo Juan -es justo frente a mi casa.
-Que bueno, por lo menos ya sé que tengo el mejor vecino del barrio-.

Estas palabras hicieron que el corazón de Juan se acelerara a un ritmo impresionante, y como un niño, se sonrojó.

Él la dejó en la puerta de la casa y como despedida le dijo con seriedad extrema -como un padre- que cualquier cosa que necesite se la pidiese primero a él, que a nadie.








La amistad entre Juan y Carmela se solidificó mucho con el paso del tiempo. Comenzaron a pasar la mayor parte del día juntos, porque además eran compañeros de colegio y, poco a poco, Carmela y Juan casi sin darse cuenta se fueron enamorando. Después de un año Juan la seguía amando como el primer día que la vio, pero conservaba la característica principal su personalidad: su timidez, él mantenía en secreto sus sentimientos hacia Carmela.

Por fin llego el esperado verano, después de tantos días que habían pasado juntos, Carmela tendría que irse de vacaciones por todo el verano al campo, ella no se atrevía a decírselo a Juan, pero él presentía algo extraño por la conducta de ella.


Llegó la víspera de la partida, ella hizo todos los intentos posibles por quedarse en Santiago, quería seguir compartiendo al máximo con Juan, pero su papá le dijo que no, ella no podía quedarse sola por tanto tiempo. Así fue entonces, faltaban pocas horas para despedirse, por un pequeño tiempo, pero a ella le parecía una eternidad. Carmela había decidido partir sin decirle nada a Juan. Esa noche no hablaron, sólo se miraban mutuamente sin saber que decir. Carmela intentó despedirse de Juan con disimulo, como para ir a acostarse, pero no sabía como decírselo. Ambos se despidieron con un tono de voz que apenas ellos mismos lograron escucharse.


En la mañana cuando el sol recién comenzaba a salir, Juan escuchó el bullicio en la casa de enfrente, el ruido del motor de la camioneta del papá de Carmela, se asomó a la ventana de su pieza y se desesperó. Muy alborotado se puso su ropa. Salió de la casa muy consternado y a medio vestir. Vio a Carmela y le preguntó que pasaba, por que se iba sin decirle nada.
-Vamos a la plazoleta a conversar- Dijo ella un tanto nerviosa.
-Está bien- respondió él, aún un poco dormido.

Llegaron a la plazoleta del barrio, se sentaron y luego de un pequeño instante, Juan logró decir algunas palabras, un poco ininteligibles.
-¿Qué pasó?- le preguntó Juan a Carmela, ella no respondió y volvió a insistir.
-Amiga, responde-


-¡No vuelvas a llamarme amiga, por favor!- dijo ella subiendo el tono de voz.

-¿Que te pasa?, ¿te hice algo?- Le dijo Juan muy asustado.

Una lágrima salió de los ojos verdes de Carmela, pero al fin consiguió hablar. -Juan yo...
-Que pasa dijo Juan con un tono de voz pasivo, como un padre.

Carmela tomó aire e intentó decirle algo a Juan, pero él selló sus labios con un profundo y largo beso. A Juan le parecía como si el corazón se le fuera a salir del pecho. Pasó un rato y Juan reaccionó:
-Carmela, te amo.- Le dijo muy suavemente. Carmela sintió que algo extraño le sucedía, que era como un sueño, algo maravilloso.
-Juan, yo también te amo- Se pararon de la banca- donde por primera vez se vieron -Carmela rió y dijo: no sé como antes no había pasado, yo desde hace tiempo que te amo, pero no me atrevía a decírtelo.
-Él primer día que te vi, sentí un cosquilleo que me recorría todo mi cuerpo, es por eso que me atreví a hablarte. Ese es el destino, Carmela, él se encargó de cruzar nuestros caminos y también se encargará de que nunca se separen.



-Pero Juan, yo tengo que irme con mis padres, estaré todas las vacaciones en el campo- dijo ella bajando la cabeza.
-Que importa, son sólo tres meses, tenemos toda la vida para seguir viéndonos- le replicó él.

Carmena escuchó la bocina de la camioneta de su papá-¿Me esperarás?- Le preguntó un tanto insegura-.
-Toda la vida si es necesario- respondió él con una sonrisa en los labios.

Ella corrió hasta la camioneta y Juan se quedó mirando como, sobre las cuatro ruedas, se alejaba el amor de su vida.

Juan recordaba como era anteriormente entre amores platónicos y uno que otro beso, ahora su vida había cambiado, tenía un amor puro y verdadero.





Durante los tres meses Juan miraba todas las noches al cielo, preguntándose bajo que estrella estaría Carmela, pensaba a cada momento en ella. Se sentía el hombre más feliz del mundo.

Llegó el día en el que comenzaban las clases y Carmela aún no llegaba de sus vacaciones, Juan comenzó a desesperarse. Dejó de comer y de asistir al colegio, se sentía muy intranquilo. Lo único que tenía era la cinta con la que Carmela se sujetaba el pelo y que ella le dejó antes de partir, y él le había regalado una gargantilla con una medalla, en la cual aparecía el nombre completo de Carmela.

Un día, cuando Juan había perdido casi toda la esperanza que ella volviera a su lado, sintió el ruido de los frenos de un auto en la casa de enfrente, entonces saltó de su cama y bajó las escaleras como una lince y se encontró con la sorpresa que no era ese la camioneta del papá de Carmela, se acercó apresuradamente y se encontró con letrero que decía: "se vende". Juan entró a la casa, donde estaban un hombre y una mujer.

-¡Quienes son ustedes! -Exclamó agresivamente, producto de la decepción.
-Cálmese, joven- Dijo el hombre, tras la mirada atónita de quien parecía ser su esposa- Primero que todo esta es mi casa y nadie entra así de sopetón a ella. Yo soy el hermano de Aníbal.
-¿Aníbal?, ¿El papá de Carmela?- preguntó Juan muy asustado.
La mujer comenzó a llorar y se acurrucó en el regazo del hombre.
-¿Qué ocurrió con ella?- Insistió Juan ya mucho más nervioso. El hombre agachó la cabeza -ellos tuvieron un terrible accidente camino a Santiago... ninguno sobrevivió- trató decir el hombre entredientes. Juan instantáneamente retrocedió en el tiempo y revivió la imagen del primer momento en el que se hablaron y cada uno de los hermosos instantes que pasaron.


-Encontraron esto en el lugar- Dijo la mujer enseñándole la medalla que él le había regalado. -Yo era amigo de Carmela y la amaba más que a mi propia vida- Dijo Juan bañado en lágrimas.
-¿ Usted es Juan?- le preguntó el hombre.
-Sí, cómo sabe mi nombre- preguntó él muy impresionado.






-Porque la policía encontró entre las cenizas un papel que decía: "Juan y Carmela se amarán por siempre"- Dijo ella.
-Tranquilo, muchacho, así es la vida todo se va cuando uno menos se lo espera, llevándose consigo una parte de nosotros mismos,

resignación- Agregó el hombre acariciándole su revuelta cabellera.

-Sí, así es la vida - respondió, agachando la cabeza?- Venderán esta casa- preguntó.

-Si- Dijo la mujer- Nosotros vivimos en Osorno y queremos venderla para no tener recuerdos materiales de ellos.
-Entiendo- Dijo Juan aún llorando- puedo quedarme con la cadena? -Pidió a la mujer.
- Por supuesto- Dijo ella entregándosela. El extendió su trémula e insegura mano para recibirla.-Gracias, les juro que siempre amaré a Carmela. Adiós- Dijo por último y se fue.
-Adiós- respondieron ellos-.

Juan salió de la casa hacia la plazoleta, donde solían ir a conversar, se sentó en la banca de ellos. Tomó la cinta y la amarró fuertemente a ella, sacó su puñal y talló en el asiento:


"JUAN Y CARMELA SE AMARAN POR SIEMPRE"



Luego, con el puñal, hizo un corte en su mano y selló con sangre aquel grabado, tomó la medalla y se la colgó al cuello. Comenzó a caminar por la calle principal, bajo las estrellas, repitiendo sin cesar: "Carmela, te encontraré". Siguió caminando hasta desaparecer en el horizonte.

Sus padres nunca más volvieron a saber de él. Al principio sufrieron y extrañaron su ausencia, pero los tíos de Carmela le contaron todo y así dolorosamente comprendieron que todo era producto de ESA COSA LLAMADA AMOR

Texto agregado el 01-11-2004, y leído por 320 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-11-2004 Es una historia dulce y suave.... mis estrellas para ti mariafernanda
01-11-2004 Busca un Buen Resumen de esto, y deja tanta palabreria. principe
 
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