La piorrea es una enfermedad crónica de las encías y de los tejidos que rodean y sostienen los dientes, esto es, los tejidos periodontales. Normalmente la causa de esta enfermedad es debida a la acumulación de restos de alimento y sarro en los bordes de las encías, o sea, la absoluta carencia de higiene dental.
Un conocido de un amigo odontólogo hizo una vez una tesis cuando estudiaba en el Colegio de Odontólogos de Barcelona, la cual motivó su expulsión de dicho colegio por “la osadía de su inusitada burla”.
Tras sistemáticas investigaciones en la influencia en las reacciones producidas en la corteza cerebral, junto con el nervio trigémino y el hipogloso con las distintas conversaciones que uno podía tener, estableció una serie de interacciones que podían influir en la aparición de la piorrea. Su sistema se fundamentaba en el uso dado a los dientes dentro del conjunto bucal, de modo que pasó a una redefinición de la misma enfermedad:
“En algunas personas de excesiva petulancia y que han tomado por profesión la difamación y la descalificación, se ha comprobado que se producen unas acumulaciones verbales que debido a su alto grado de deficiencia, obstruyen los tejidos periodontales. Generando así una reabsorción del hueso maxilar y una retracción del borde de la encía. Este proceso se intensifica en situaciones de estrés o nerviosismo, como puede ser por ejemplo, la exposición de su diatriba en un plató de televisión o en la redacción de un artículo de periódico. Cuando la infección está avanzada se puede incluso observar como, a medida que la persona afectada lanza sus insultos contra algún ‘progre’, los abscesos que se forman se incrementan a medida que avanza el discurso, y nos permiten ver como sus dientes se desplazan hacia los lados conforme babea. Como ya saben este proceso produce una progresiva destrucción del hueso de soporte con el consiguiente aflojamiento de los dientes en sus cavidades. Posteriormente, se produce la caída de los dientes. Por lo que no es de extrañar que pronto algún elemento del mundo de la prensa ‘neo-liberal’, del estilo Jiménez Losantos, en mitad de un encendido de adjetivaciones vea caer sus dientes sobre la mesa, dificultándole su capacidad verbal. Lo demuestra el hecho de que numerosos personajes del mundo del periodismo dados a la adjetivación, usan dentaduras postizas o implantes, muy pocos poseen aun su dentadura, y los que todavía la conservan no es por mucho tiempo.”
A pesar de que en un primer momento se tomó como burla su estudio, con el tiempo ha ganado valía científica y reputación y ya son muchos los periodistas que acuden a él perseguidos por la inminente pérdida de su dentadura. “El cepillado diario no puede contrarresta los efectos de esta piorrea, lo mejor que puede hacer es cerrar el pico y deje a los demás hablar un rato”
Recientemente ha relacionado los casos de esta piorrea con los de sordera crónica debido a una obstrucción del conducto auditivo a causa de la falta de uso. De modo que los infelices afectados se encuentran bajo la amenaza de que sus dientes cesen toda actividad e incapacitados para escuchar a los demás, incluso las recomendaciones de su odontólogo.
No es por azar precisamente que a esta variación de la piorrea se la empieza a denominar piorrea sórdida.
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