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BienAventurado.

En el año 937 un hombre defendía a su gente. Nadie de su familia ni raíces, sólo con una espada y corazón.
En el año 3389 una mujer defendía a su gente. Nadie de su familia ni raíces, sólo con sus manos y corazón.
En el año1960 una mujer creía tener la razón, la lógica no pudo con ella. Ganó.
En el mismo año que un hombre dejó una huella en Oriente (937), otro hombre se hizo millonario, fotografiándolo, escribiéndolo, amándolo, respetándolo.
En el año 2981 un hombre gritó “Tierra a la vista”. La emoción fue tan grande que derramó la primera lágrima de sus ojos sanos y pulcros.
En el año 1983 un hombre fue aplaudido por miles de personas gracias a sus piernas y corazón.
En el año 1984 un hombre nació, volvió y avanzó.
En el año 576467 un hombre cree que ya no le queda nada más por hacer, pero el no sabe todo lo que aún le espera.

Era un caso perdido, aquel asesino sólo creyó que bastaba con una lágrima, ella lo defendió. La espada era una obre de arte, pero el movimiento que el hacia con los brazos era bendito. Le atravesó una pequeña lágrima desde su retina hasta sus labios quienes forzaron a esa pequeña gota a quedarse entre medio de la muerte del destino, al borde de la belleza que el no pudo ver. La mujer sólo hacia feliz a lo demás de una manera tan simple que su felicidad no la encontraba ahí, aún la anda buscando. La foto que le sacó, para algunos, al asesino, quedó en la memoria de todo el pueblo Oriental, y lo que el escribió fue parte de una religión de sentimientos encontrados que todo el mundo se siente parte de ella, al menos unos pocos que significan todos para todos. El era conocido como el muro, nadie pasaba vivo por su lado. De repente nació, de repente murió, a veces vuelve a nacer, algunas, siguen matándolo, pero con la ilusión de que el cansancio no pase por su cuerpo ni por su mente, con la esperanza de que algún día no llegue ese día, con el remedio ni la receta a su corazón y que violen su destino.

La gota se transformó en una pequeña luz para el asesino, ella lo defendió sabiendo lo que hacía. Creyó en ella misma y lo liberó. El cuento no fue tal como se lo pintaron señor juez, la espada no atravesó ni la más mínima capa de carne, sólo su honor. Hubo un testigo, sacó fotos, escribió cuentos, lo que llevó a que ni siquiera todo el oro que el posee ahora, sirva de recompensa a la ilusión de una comunidad, ni a la fe de que si se puede seguir matando personas por amor. Ella lo liberó, con eso dejo feliz a más de alguno, e infelices a muchos también, pero a los que ella creía que se lo merecían. Una ovación gigante se escuchó detrás de las rejas, vitoreaban el nombre de su ídolo como nunca antes lo habían hecho, el muro ya está libre y puro, cero kilómetro, como cuando uno se confiesa y da gracias por la oportunidad. Pero el seguía deseando, no tan sólo nació de nuevo, sino que vivió por muchos años más.

Texto agregado el 30-10-2004, y leído por 322 visitantes. (0 votos)


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