Afuera llueve. Parece que el elemento agua acompaña su pena ¿O lo traiciona?
Lo tomó desprevenido, y ahora está acorralado entre el líquido que resbala por la ventana y el que resbala por debajo de sus ojos, porque ahí, entre esas cuatro paredes, su recuerdo lo atormenta.
¿A dónde ir? ¿A dónde escapar? Terminó la distracción del trabajo, la charla con gente, los deberes. Terminó el ruido que confunden los gritos de adentro, y ahora, el silencio es su peor verdugo, porque ahí queda él, queda el vacío que ella le dejó, su ausencia que lo atormenta y no hay a donde escapar.
No puede soportarlo, sale a la calle, ahora la humedad está en todos lados. Escucha el golpeteo masivo de las gotas de agua cayendo sobre el concreto. No hay nadie ahí, parece que todos temen a esa humedad y quedan prisioneros de los techos de las casas, los comercios, los edificios... Él es prisionera de la humedad.
De cuando en cuando, un vehículo pasa por la avenida y avienta con el movimiento de sus ruedas, montoncitos de agua para mojar los pies de algún transeúnte distraído.
Con la cabeza hacia el piso, camina torpemente, el murmullo de los bajos de una discoteca ahora invade sus pensamientos, pum-pum, pum-pum, imitando los latidos del corazón, cada vez crece más su volumen, pum-pum, pum-pum. Adentro la música, el olor a sexo, se esparcen por el ambiente, disipando las preocupaciones, los recuerdos –pum-pum, pum-pum.
-No puede pasar, está usted empapado –Dice el tipo monumental que selecciona el paso de la carne, con la experiencia de un carnicero.
Termina en un bar cualquiera, con cualquier calidad de alcohol en sus venas, lo importante es el sopor de la embriaguez, su recuerdo diluida tan solo por una noche, porque mañana, mañana ahí estará, atormentándolo, asfixiándolo, la humedad.
Y las aspirinas solo le calman el dolor de cabeza.
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