Tenía en su poder esa pequeña libreta desde hacía casi diez años. Se la había regalado mucho tiempo atrás una de las mejores amigas que tenía en las islas.

Recordaba perfectamente el momento en el que ella apareció en casa de los compañeros de facultad, la tarde de Reyes, con regalos improvisados para todos. Estaba radiante, contenta de poder sorprenderlos de esa manera. Nadie se quedó sin regalo y a él le tocó un "kit de oficina": unos rotuladores de colores, una regla de plástico, un pequeño destornillador desmontable y la libreta para anotar cosas, junto con unos pequeños paquetitos de post-it verdes y amarillos.

Volvió a su ciudad y lo guardó todo. Con el tiempo, cada uno de esos regalos se desperdigó por la casa. Todos menos aquella pequeña libreta verde que dejó encima de las bandejas de papel de su escritorio, para después olvidarse de ella.

Pasaron diez años y un buen día la encontró. Sin caer en la cuenta ni recordar de dónde venía, comenzó a escribir contactos, teléfonos, direcciones de correo electrónico, algunas ideas. Una mañana , sin querer, tropezó con que en la última página de la libreta había algo escrito: "Tq , Bibiana". Ese "Tq ", llevaba más de diez años allí esperando a ser leído en un tiempo futuro. Quizás no tan largo, pero futuro. De repente, vinieron los recuerdos y llenaron la habitación. Se percató de todo y de dónde venía aquel cuadernito. Se había extraviado en el tiempo, como el mensaje en la botella, lanzado sin destino fijo ni fecha de entrega. Y cuando menos podía esperarse que la botella alcanzara una orilla, diez años después, alguien la estaba recogiendo.

Recordó las noches de biblioteca, los compañeros de fatigas, los nervios de los exámenes, y las reuniones en casa con la pandilla. Los paseos por Las Canteras y las discusiones . Todo lo demás también. Recordó aquella tarde de Reyes, la sonrisa de Bibiana, y la cara de sorpresa de todos los demás. Se sintió un poco torpe por no haber ojeado nunca antes esa libreta, por haberla dejado en un rincón de su cuarto con un "Te quiero " en la última página.

Se consoló pensando que al menos había conservado la libreta, que el mensaje llegó a su destino. Aunque no pudiera mandarle un acuse de recibo deseó lo mejor para ella , allí donde estuviera. La imaginó en su oficina, disciplinada y responsable, ilusionada con su chico en el piso que estarían compartiendo cerca de Santa Catalina. Recordó la terraza frente al puerto donde habían tomado la última cerveza y buscó las viejas fotos de la excursión a Guayedra. La imaginó feliz y radiante en el mismo instante en el que cerró los ojos para mirar mejor al sur, y dejó escapar una sonrisa.