Te veo cruzar la calle, ¿te vas?.
Me dijeron: “sino podes hablar, intenta escribir”.
No resulta muy fácil. Igual lo intento.
Te hago una carta.
Desde aquí, te veo, en la vereda, apoyada contra la pared, medio encorvada, el brazo
doblado sobre tu pecho.
Desde esta ventana enrejada, no distingo bien, tu cara.
La imagino.
El pelo lacio y negro, la boca, sin color, fría, y la mirada, abismal. Abismal…abismal….
Me pregunto, ¿a cuántas personas le contaste?, ¿cuántas veces, repetiste lo mismo?, con tu voz, monocorde y controlada, como Rody te clavó el cuchillo.
Te observé, cuando conversabas con Celene, y también me preguntaba, ¿qué me disgustaba más? ¿ si mi hermana?, cada día más parecida a vos, o ¿esa resignación de los movimientos de tu boca?.
Esa resignación, casi monástica, envolviéndonos en nuestros actos cotidianos.
¡Y nada ha cambiado¡…a pesar de todo. Nada ha cambiado.
No logré consumar tu máximo deseo. No pude. Lo lamento.
No estas.
Ya no te veo. No veo la sombra de tu sombra, esperando el colectivo.
Imaginé que podía llegar a extrañarte, pero no…
Mientras estoy aquí, puedo pensar.
Recordar.
Te veo sentada en el jardín, tomando tu te, endulzado con miel, (porque no podes comer azúcar), y yo, comiéndome la miel a cucharadas.
Tu mirada abismal. Preparas mi tostada con el cuchillo serrucho, mientras yo no paro de meterme tu miel en mi boca (y tu silencio), y resignada a quedarte sin miel, me miras, desde el vacío.
Cuando levantas la mano, para ofrecerme la tostada, entiendo que el momento ha llegado.
Te juro, madre, que lo había practicado. No tenía cómo equivocarme. (Los cuchillos serruchos, no sirven, en estos casos).
Ahora ya pasó tu tiempo. El mío también y la oportunidad que tuvimos.
Estamos separados, cuando volvamos a encontrarnos, no seremos los mismos.
Celene puede continuar, (a pesar de todo). Si viene a visitarme, se lo voy a proponer. Me parece que esta dispuesta a reemplazarme.
Querida madre, nunca te olvides, que tu hijo Rody sabe qué necesitas.
Estoy cansado, es mejor que me tire en la cama, cierre los ojos y espere.

Madre, te quiero.

Rodolfo

P.D. Me olvidaba. Practiqué con tu gato.

Olga Ravelli -julio…en un invierno frío.