En mitad de aquel cruce de carreteras, sin un alma viva a muchos kilómetos a la redonda, se sentía estancada sin saber qué dirección tomar."Huelo mal"- pensó, soltando una carcajada seca y desesperada al ser consciente de lo ridículo que resultaba estar frente a una decisión tan dura y reparar en su sudor.. quizás como alternativa a la locura.
"NO puedo volverme loca, no puedo dudar...¿he llegado hasta aquí no?"
Casi diez minutos y treinta gotas de sudor transcurrieron, y ella aún seguía sentada en un GTO descapotable hecho trizas, con la chapa roída por la humedad y los golpes, casi como su cara.
"joder... joder.. qué coño hago.. hacia dónde voy... "
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Después de un buen rato levantó la cabeza y se frotó la mejilla, dolorida por las marcas que el volante había dejado en su cara.
Nada había cambiado. Seguía estando en ese maldito cruce de carreteras sin saber qué dirección tomar.
Le dio un golpe seco a la guantera y varios papeles cayeron sobre la tapicería llena de migas del asiento del copiloto."Esto no es.. dónde coño está ese maldito papel"- dijo en voz alta
Estirándose costosamente vio una bolita de papel a cuadros tirada al fondo del asiento. Lo recogió, lo estiró cuidadosamente y se recostó de golpe en su asiento de nuevo.
Exhaló un suspiro de alivio puso el motor en marcha.
Con la mirada clavada en el frente, respiró hondo, tragó saliva y quitó el freno de mano. "
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Conducía con la misma marcha todo el tiempo, con la mirada aún clavada en el horizonte. En su mano sujetaba aquél gurruño de papel contra el volante.
Ensimismada con la línea recta del camino y la sequedad de esa llanura el ritmo era constante y monótono. El aire era caliente y se metía por las fosas nasales de un modo desagradable y pegajoso. Seguía sudando y condiciendo, sudando y conduciendo, y parecía que había visto aquella tierra anaranjada cinco mil veces en la misma hora. " Esto no se termina nunca "- pensó.
-"¿Te traigo otra cerveza?
-"Uhh.. no sé, creo que ya he tomado demasiadas jajaja"
-Las dos reían cómplices mientras sonaba la música, observando en silencio cómo las caras de aquellas chicas se iban desencajando hasta metaformosearse en extraños seres de aspecto gargóleo.
-"Oye, no me vayas a llorar otra vez ¿eh?. Recuerda lo que hemos hablado hoy, ¿vale?"
-"Claro, claro. No es nada, tráeme otra cerveza."
-"Voy"
-"No, espera... cuéntame otra vez lo de los cristales, anda"
-"El mundo es como una gigantesca bola de espejos, ¿sabes?. Cada uno de esos pequeños cuadraditos reflectantes somos nosotros. Cada uno tallado con una forma diferente, aunque no se note a simple vista.
Somos cristalitos, trozos de mineral muy pequeños que forman parte de una bola enorme. Cómo esa, ¿ves? -señaló.
-"Sí, sigue"- y le dió un trago a la cerveza caliente"
-"El cristal es frágil, aunque no se vea por fuera, cada uno de esos pequeños trozos de espejo están un poco deteriorados, se rayan y se rompen por las esquinas en el momento de encajarlos. nunca hay dos cristales iguales, pero al construir la bola, siempre quedan en perpendicular. No falla.
Es simple, se supone que el secreto está en dar con el cristal que está justo al otro lado, porque forma parte de la estructura, tiene los mismos errores que tú."
-"Así contado, parece simple."
-"Sí, pero el error es que tendemos a fijarnos en el cristal que tenemos justo al lado, el que está más cerca. Por eso nos cortamos y nos rompemos tanto."
-"El secreto está en dar vueltas. Estoy un poco mareada, me da vueltas la cabeza, vamos a tomar el aire"
Se sobresaltó con el ruido del motor del coche tosiendo bruscamente. Otra vez se había quedado parada ensimismada, recordando. La tensión de la mano derecha ahorcando esa pequeña bola de papel le hizo reaccionar y lentamente lo estiró sobre sus muslos. " VALE POR UNA BOLA DE ESPEJOS, BOBA "
Se emocionó y se secó la lágrima que resbalaba y se colaba por la nariz. "Sigamos"- se dijo.
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Dos golpecitos con la punta de los dedos bastaron para ver que la aguja se había vuelto a parar. "joder,¿es que no me va a salir una puta cosa bien ya?"
Se mordió el labio inferior y encogió repentinamente los hombros al pensar que todo siempre puede ir aún peor, y aún le quedaba gasolina. "Mejor no tentar a la suerte"- se dijo.
Miró el espejo retrovisor, sucio, lleno de polvo anaranjado y de gotas de grasa. El camino era tan recto que lo único que le evitaba pensar que no había avanzado ni un solo metro eran los baches y las piedras que triscaban bajo sus ruedas.
"- Qué miedo me dan las carreteras comarcales, no me acabo de acostumbrar.
- Bueno, por lo menos sabes que no hay otra dirección, es mucho más difícil tener que tomar decisiones,imbécil.
- Dame, hombre, dame más fuerte, si total, soy gilipollas, pero no hace falta que me lo recuerdes cada dos segundos , joder, que no se me olvida.
- Oye... no soy yo la que está hablando sola, imbécil"
La risa ya era un tic nervioso... hablaba sola en voz alta, paraba el coche cada vez que veía un semáforo en rojo... en una carretera desierta...
Sonreía y asentía con la cabeza cada vez que una anciana le daba las gracias por haberla dejado cruzar por mal sitio... en una carretera desierta...
Se atusaba el pelo y limpiaba con la yema del índice derecho el rimmel que se le había corrido ... y no llevaba... en una carretera desierta...
Miraba el móvil que no tenía por si sonaba... en una carretera desierta olvidada de la mano de dios
... dios.. jajajajajaja.. ya, claro... en una carretera desierta
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No alzó la mano y le hizo una señal con la barbilla a la huesuda camarera. Sus arrugas contaban una buena historia, seguro. La mujer se acercó, con la cara seria y castigada y le dijo: "¿ Más café?"
-"Sí, por favor.
- Vaya, no es asunto mío pero lleva ya cinco tazas en menos de una hora.
- Usted lo ha dicho, no es asunto suyo."
Sirvió el café sin importarle que las gotas jugaran a su antojo en el minúsculo y grasiento platito.
"- No se moleste, no, si me trae una cucharilla, me lo tomo directamente del plato.
- Van seis.
- Pfffft. "
No miraba hacia la puerta de vez en cuando, demasiado relajado quizás para la cantidad de cafeína que llevaba en las venas hasta el momento, torciendo lentamente su cuello y volviendo su mirada hacia la taza después.
-"¿Espera a alguien?
- Oiga, ¿le pagan por darme conversación?"
Siguió con su mirada el deshecho lazo que llevaba en el mandil a cuadros mientras ella se acercaba al otro extremo de la barra.
La observó limpiando la plancha, colocando tazas sin ganas en los platitos que había tras los pegajosos cristales y volvio a hacerle un gesto.
-" Qué quiere el señor amabilidad ahora, si puede saberse.
No miró la pequeña etiqueta que llevaba en el bolsillo derecho de aquel mandil antiguo y le dijo:
-"Nora, ¿verdad?
- Estamos observadores, ¿no?
- Ya ve.
- Oiga, llevo más de treinta años sirviendo estas mesas, recogiendo colillas de los platos y atizando con la fregona a los borrachos que confunden esto con una pensión de mala muerte. No sé qué le trae por aquí, pero usted está de paso, créame.
- Yo me llamo No.
- ¿Cómo?"
No jugueteaba mecánicamente con su cucharilla sin mirar a Nora a la cara, y prosiguió:
-"Digo que mi nombre es No".
Aquella camarera cincuentona y huesuda estaba plantada ahí, frente a un joven que aparentaba más años de los que en realidad tendría, con el pelo en la cara, sucio, con las uñas negras y grasientas y una camisa descolorida que en algún momento debió de ser negra.
Sus ojos eran achinados, negros como su pesadumbre, serios y grandes como su manera de hablar. Llevaba unos vaqueros negros y se apoyaba en la barra siguiendo los movimientos de la gente, pero sobre todo los suyos, los de Nora, como si conociese a la perfección su trabajo y sus robóticos movimientos.
Ella, con la cafetera en la mano aún alzada, mascando chicle y con su carmín corrido en los arrugados labios, le dijo:
-"Chico, vete a casa"
No levantó la mirada y señaló la otra esquina de la barra.
Nora se acercó a la chica que acababa de entrar y le ofreció café.
- "No gracias. Un vaso de agua, por favor"
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Tenía los ojos ligeramente irritados por el polvo de la carretera. Sólo a ella se le ocurriría conducir un coche descapotable sin gafas.
Tenía sed y estaba cansada. A lo lejos creyó ver lo que parecía un viejo área de servicio. Se aproximó y paró el coche.
La puerta de cristales chirrió al ser empujada. Se limpió el sudor en la camiseta de algodón y colocó la tela para cubrir de nuevo su hombro.
Se acercó a la barra y pidió un vaso de agua. Aquella camarera disfrazada de paleta de pintor impresionista hizo una mueca de resignación y le puso el vaso delante con un golpe, haciendo que la mitad de las gotas salpicaran. Se escuchó la risa seca de un chico al ver el vaso medio derramarse. Miró hacia el otro lado de la barra y le vio allí, sonriendo sin ganas mirando hacia abajo y moviendo la cabeza negativamente.
El viejo de la mesa tres partía con la mano trozos de una tarta de manzana de hacía ya tres días. cada tres bocados, daba un sorbo de café y se sorbía los mocos. Todo un dechado de saber estar.
Notó como su pie le rozaba el tobillo de nuevo.
- Para, por favor - dijo entre risas nerviosas- Nos van a ver.. me moriría de verguenza...
- ¿Qué pasa ¿No te gusta? - rió ella insistiendo con su tobillo descalzo jugando con los calcetines de la rubia de mejillas incandescentes.
- No es eso.. podría vernos alguien... - titubeó.
- A mí no me importa que nos vean, me da igual.Es más, creo que me gustaría que nos miraran y que nos vean, y que se lo digan a todo el pueblo. Me da absolutamente lo mismo- dijo desafiante, mientras miraba a los ojos a la chica que bebía el vaso de agua.
Se levantó ante la mirada nerviosa de Lisa, que observaba rápidamente a su alrededor, con los ojos abiertos como platos y mirando fijamente cómo se acercaba a la máquina de discos de la esquina, rozando provocativamente al chico del fondo de la barra al pasar.
No se giró y vio a la chica inclinarse para poner un disco. A B C D E F G...
Sonando los acordes jazzísticos y desafiantes de Gloria Gaynor cantando " Every breath you take ". Nina se movía al compás de la música, sonriendo y seduciendo hasta al perro que lamía los restos de café cerca de la barra. Bailaba con una sonrisa, daba vueltas sobre sí misma, sin saberse la letra de la canción, pero encajando a la perfección sus golpes de cadera con cada compás.
Su madre le había dicho siempre que había nacido para el espectáculo. Nina se crió en un pueblo perdido detrás de un área de servicio, pero sabía que iba a salir de allí. Había probado el asiento de atrás de todos los coches del lugar , y alguno más. había follado lo infollable y eso no le hacía sentir ni mejor ni peor. No le hacía sentir. Miró a Lisa, que se sonrojaba al ver como jugaba con los mechones de pelo rojo que caían sobre su escote. Jugueteaba con su dedo, bailando y rizando el mismo mechón una y otra vez, poniendo un pie sobre el muslo del viejo que reía solo y decía " sigue sigue sigue sigueee jejejejjajajajja sigueeejjajaa " con la tarta de manzana en el suelo y dando golpes con la cuchara en la mesa.
Nina estalló en un revuelto de carcajadas y le lamió la cara a No antes de correr hacia la mesa siete y sacar casi a rastras a Lisa, cogiendo su mano y tirando hacia la puerta. Salieron corriendo riendo en voz alta, dejando a sus espaldas el tintineo de los delfines metálicos que estaban colocados sobre la puerta de la cafetería y unos cuantos ojos, bocas y una bragueta abiertos.
- "¡Estás loca! - gritaba Lisa mientras cada vez más rápido , con su falda golpeando sus blancas piernas a cada zancada. Reía y gritaba : "¡Loca, loca! ¡Estás loca! Jajajajaja"
-"¡Corre tonta corre corree! jajajajaja
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Apenas cruzó la mirada con la chica del fondo de la barra, se puso nervioso y decidió marcharse de la cafetería. Se puso de pie para poder buscar las monedas en el bolsillo. Metió su mano y después colocó la tela del pantalón mientras posaba el dinero sobre la barra y echaba una mirada a Nora queriendo decir "ahí queda"
Ahí queda todo, en realidad. Ahí queda todo por no haber tenido el valor de enfrentarse a ello, como la última vez. No sabía si era autodestrucción. No quiero hacerte daño, le había dicho a la pequeñaja llegado el momento. No quiero hacerte daño, nunca quise hacerte daño, no me hagas daño, cómo pudo hacerte daño, te rodeas de gente que te hace daño, rodéame en tus brazos, no me duelas.
Andaba serio, frío como el amor de las chinas y mirando hacia un frente bajo desde su espigada altura. No había más de siete metros desde un lado de la barra hasta el letrero de "empujar", y No los caminó despacio, solemne, perdido.
Podía notar sus tímidos ojos jugueteando con diez centímetros a la redonda de cualquier punto de los suyos mientras caminaba hacia ella. Se tocaba el cuello sin pensar en nada y pensando en todo a la vez. Fueron dos segundos que olían a hombros encogidos, dos segundos que sabían a liviano roce brazos desconocidos al pasar, dos segundos que podían haber sido complicidad y confianza, pero dos segundos que nunca fueron tres o más.
Al pasar por su lado se obligó a fijar la vista en la puerta y la empujó con su mano derecha. Los adornos sonaron una vez más y el resorte cerró de golpe a su espalda.
El mismo resorte que él se había forzado a tener en su corazón.
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Miraba nervioso hacia los lados y se secaba el sudor de las manos en el pantalón de franela. Nora se acercó a tirarle medio café encima con mucha educación de barrio y le dejó la nota encima de la mesa.
Se arreglaba los cuellos de la camisa para disimular el tic del hombro izquierdo. Tenía que soltar la cucharilla para no llamar demasiado la atención. No llamar demasiado la atención. No llamar demasiado la atención. No llamar demasiado la atención. No llamar demasiado la atención.- "¿Más tarta?- No llamar demasiado la atención. No llamar demasiado la - "Oiga, que si quiere más tarta"- No llamar demasia ¡NO ME TOQUE!
El golpe seco y repentino se clavó en su seco vientre, y el estruendo de la bandeja al caer al suelo hizo que los demás se giraran , sobresaltados por el grito del viejo. Nora se quedó inmóvil, con la sobrefalda manchada de café y chocolate y un pedazo de tarta de manzana pegado al tobillo, rodeada de vasos rotos y con las muñecas casi adheridas a ambos lados de la cadera. El choque del cristal con el suelo había tardado siglos en sonar, y mil pedazos de mineral se repartían ahora por todo el suelo de la pegajosa cafetería. Respiraba con dificultad, dando la espalda al resto de la gente,su cara sudando dudas y terror.
El viejo clavaba sus ojos en el abdomen de la huesuda y trataba de controlar el involuntario movimiento de su hombro, que peleaba con su oreja de forma desacompasada. Nunca había sido bueno llevando el ritmo. Se frotó la boca lenta pero firmemente, provocando aquel vomitivo sonido de viejo sucio mal afeitado. Sonrió, abriendo mucho los ojos y mirando a la chica del fondo de la barra, que acababa de tirar el vaso de agua al suelo. Mostró los pocos y sucios dientes que le quedaban, con la comisura de sus carnosos labios llenos de saburra, vicio y soledad. Amarillo como su estómago, el color de su sonrisa produjo en ella una arcada que no tardó en dar fruto.
Levantó la mano derecha y después de dos carcajadas nerviosas y hediondas, se puso la pistola en la garganta y se pegó un tiro mirando a los ojos de la chica del Gto.
Las gotas de sangre resbalaban por las pobres pantorrillas de Nora. Espesas, densas y constantes... glop, glop, glop...
Se desplomó sobre el colchón de cristales rotos y sangre sin oir nada más, llevándose la mano al perforado estómago.
Sólo un perro con el hocico manchado de sangre parecía tener ganas de comer algo en ese momento.
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