- ¿Crees en la monogamia Eduardo?
- Lo dices por ese cabro chico del instituto.
- ¿ Por qué los hombres pueden hablar en teoría y las mujeres siempre lo tenemos que estar haciendo en concreto?
- Bueno, no sé, yo terminé con la Paula antes de buscarte de nuevo. De hecho ese día en la playa... ( se turbó visiblemente ) no pude manejar la situación...estar contigo y haber hablado con ella dos horas en la noche sobre nuestro amor... Pero eso ya se terminó, pololeamos un año pero ya no tenemos nada en común, tu no te preocupes por ella.
- Yo no me preocupo, la monogamia es un constructo cultural, no tiene nada que ver con el fenómeno humano, dijo no muy convencida.
Alejandra pensó en Alfredo que dos pisos más abajo se encontraba con unos amigos en la Cafetera, bar de jóvenes que se tomaban una cerveza de a litro por $1000 y que tenía un gran letrero de prohibiciones entre las cuales figuraba no fornicar en el local. Se habían encontrado por casualidad cuando ella caminaba en dirección al departamento de Eduardo, luego de que este la llamara y la invitara a conocerlo.
No se atrevió a comentarle a Alfredo lo que sabía de las llamadas: Estaban hechas desde un local cercano al instituto y las demás del antigua casa de Eduardo. No tenía claridad quién la estaba llamando y se disponía a averiguarlo por sí misma. Se sentía acompañada por Plumilla que estaba especialmente engrifada aquella noche, como si instintívamente supiera algo. De hecho miró detenidamente a Alfredo hasta que éste la miró.
- Tienes una gata de mago comentó y se rió.
Plumilla saltó de los brazos de Alejandra y se restregó en Alfredo. Cuando la tomó de nuevo Plumilla no estaba ronroneando. Se despidieron y Alejandra casi corrió al departamento de Eduardo.
Esto de investigación participante la tenía extremadamente tensa. En la boca del lobo estaba metida. Eduardo le mostraba el departamento que lo había pintado de azul y verde limón, con sus sencillos muebles de metal, parecía una revista de decoración. Le ofreció una limonada que exprimió el mismo, mientras Altazor inquieto saltaba por todas partes.
- Está alegre, grito Eduardo desde la cocina, siempre le has caído bien.
- Es un amor mutuo agregó Alejandra, sentándose en la orilla de la cama para ver la plaza Brasil en ebullición. Se había colocado una Feria Artesanal y a esa hora parejas, familias enteras y grupos de amigas, recorrían los puestos de aritos, cajas de madera, lámparas artesanales, cinturones llamativos y títeres. Eduardo se sentó a su lado y se miraron a los ojos. En esa mirada transparente Alejandra se regodeó un buen rato. Era el momento de aclarar todo, pero en su movimiento Altazor comenzó a hacer un ruido extraño.
- ¿Qué está haciendo tu perro?
- Nada está jugando con el teléfono, dijo Eduardo sin dejar de mirarla.
Alejandra se paró de la cama en dirección al aparato y descubrió a Altazor marcando las fichas del teléfono.
- Eduardo, está marcando números dijo Alejandra.
- No creo no sabe marcarlos todos.
- Eduardo, está marcando los números que tienes programados.
Y recordó el ruido de maquinaria. Eran los jadeos de Altazor, un relajo comenzó a invadirla y se reía sola.
- ¿Me tienes a mi aquí?
- Por supuesto, le pedí a un primo me programara algunos. Yo no se nada de esto, le dijo detrás de ella, la tomó por la cintura y le dio un beso en el cuello cerca del lóbulo de la oreja.
Alejandra se dejó estar. Estaba tan feliz y tan cansada que agradeció que Eduardo la tendiera y la abrazara besándola maravillosamente. Altazor se quejó un rato y se echó a dormir. Plumilla en cambio se sentó alerta.
Eduardo comenzó a mirarla con sus ojos de miel y sus manos suave y firmemente le recorrían el cuerpo. Alejandra pensó. Todo está aclarado esta noche podré dormirme en sus brazos. Pero Eduardo no parecía querer dormir y comenzó a desabotonarle la blusa. De pronto hizo un amago de irse, pero Alejandra lo retubo con su brazos, esta vez tendría que atreverse con ella. Lo miró con el deseo que sentía y él se dejó ir. De pronto agarró una almohada y la cargó firmemente en la cara de Alejandra, ella intentó zafarse, pero la presión era demasiado grande. Ahora sus manos al cuello: ya no llegaba oxígeno...
Su último pensamiento fué no te metas con deportistas...
A esas alturas, Alfredo borracho despues de tres litros de cervezas, haber visto a Alejandra en la ventana y una hora de autocompasión compartida de " las minas son unas perras, no te metai con minas compadre", sintió en los pantalones un rasguño fuerte de gato. Era Plumilla que lo miró esta vez con urgencia.
- Esta gata me está mirando compadre y es de mi amiga.
- Huevón que vai a ir a hacer, el ridículo.
La furia de borracho despechado y de héroe trasnochado se le mezclaron, corrió como un bólido y abrió la puerta del segundo piso de un empellón.
Eduardo sobre Alejandra, ella dormida con un tinte morado en la piel. Sin pensarlo levantó la botella medio llena y se la reventó a Eduardo en la cabeza, que cayó al suelo. Detras de Alfredo su amigo y una pareja de carabineros, que haciendo ronda en la plaza, alertados por la carrera y el golpe de la puerta fueron a investigar. La paquita se acercó inmediatamente a Alejandra y constatando que aún latía su cuello le dió un sutil golpe a nivel del esternón y respiración boca a boca.
En la mitad del trajín Eduardo se despertó y acercándose a la ventana saltó al vacio.
- Me quiero ir a mi casa fueron las primeras palabras de Alejandra al incorporarse.
- Primero tenemos que ir al Instituto Medico Legal a constatar lesiones, le aclaró la paquita o su amigo tendrá problemas. El grupo completo hizo todos los tramites de rigor, hasta que Alfredo y Alejandra terminaron en la cafetería de este instituto pagando a medias un café y un chocolate caliente.
- De dónde sacaste eso...
- Lo ví cuando nos ibamos. A quién le puede interesar un diario de Eduardo más que a mí.
Por biblimancia, es decir colocar el dedo en una parte del libro y abrirlo, buscaron parrafos que les relataron una infancia solitaria y extraña...
"... Madre, tus manos me desearon una y otra vez, tus ojos arroparon mi piel, cuantas veces me forzaron a tenerte cuanto, te odié, odie tu deseo y mi deseo por tí, como un perro entrenado recorrí tu piel, cuantas veces..."
Grandes goterones calleron de los ojos de Alejandra. Alfredo con los ojos rojos y la garganta atragantada. No dijeron nada.
La madrugaba se instaló en la luz, sobre las mesas de la cafetería, sorprendentemente rojas. Aparecieron entonces, la palidéz de Alejandra y sus moretones en el cuello. La revoltura de pelo y el hedor de cerveza digerida de Alfredo.
- No me mires con esos ojitos de chocolate caliente nena, a esta hora no tengo dónde llevarte. Mi pieza debe estar con al menos 3 borrachos roncando.
- Tonto solo estaba mirando tus ojos, dijo Alejandra abrazando a Plumilla que estaba en su regazo.
- Ya sé para ver si al fondo de mi alma está Dios, el Demonio, Abraxas o qué. Eres una mística amiga.
- Ya sabía, además acabo de morirme.
- Pero conmigo te va a ir mal, porque los tengo tan negros que jamás vas a ver nada. A lo más te servirán de espejo para ver la tuya.
- Sabias palabras amigo mío.
- Que menos se puede pedir de alguien como yo, un thrasher y además jungiano...
...y se fueron riendo por la avenida La Paz, con Plumilla caminando elegante y Altazor saltando detrás.
Dedicado a mi hijo Pedro que además de leer atentamente el cuento y hacer comentarios, se acordó de Altazor... |