Bosquejo
Abro los ojos a duras penas y antes que estremezca mi cuerpo la necesidad de estirarme, pienso en ti, y casi me lamento de haber despertado.
Estaba contigo: tu te estabas ríendo de algo que yo te decía pero no alcancé a escuchar, porque a la vez que lo vivía, lo contemplaba desde un estado consciente que existe dentro de mi sueño y era como una película muda, es más, me hubiese atrevido a decir que era en blanco y negro si no fuera porque sé que vi tus ojos verdes.
Había una especie de niebla, supongo, que no me dejaba ver bien y todo estaba como teñido de azul y frío... y para efectos del relato, y sólo porque así pasaba del otro lado de mi ventana, estaba lloviendo.
El caso es que soñé contigo; esos sueños sí vale la pena soñarlos, por algo así sí vale la pena descansar de la realidad, por estar en un mundo alterno, como nada en el mundo real, en el que estabas conmigo, a pesar de la simpleza del escenario.
Tú estabas como cansado, como encontrándote conmigo después de una semana difícil, andabas en shorts, tenías el pecho descubierto y estabas descalzo, con los pies montados en la mesa, sentado en el mueble, y yo estaba a tu lado, con mi suéter gris de la universidad de arizona, jugando a hacerte reír, sólo porque eso es algo que me gusta hacer: contemplar tu sonrisa bobamente, mientras pienso que es mentira que hay otro como tú, o mejor que tú, o que hay otra que piense más de lo que lo pienso yo, que no hay otro como tú o mejor que tú.
Y estábamos viendo tele, Dios sabe que me gusta cuando tú la ves allá, y yo acá, y te ríes y me río, aunque estemos tan lejos, aunque sea algo superficial, me siento cerca de ti; te podrás imaginar entonces como algo tan trivial puede convertirse en algo tan necesario, tan vital, tan fundamental, como que despuás de un fin de semana fuerte y difícil y agotador... yo te encuentre en ese espacio, incondicionalmente invariable, en ese sueño en el que siempre estás, seguro de que te quiero, seguro de que te espero.
Ese sueño es mi seguridad, aunque llegues y no hables, o te vayas y no hables, y pasen los días y no aparezcas, en este sueño siempre te encuentro, pero es mil veces mejor esto de esperarte porque siento que en mi incansable espera de brazos abiertos, necesito de vez en cuando aferrarme al borde de tu espalda, o al cuello de tu camisa, o al parachoques de tu carro, y me aferro. Y sueño contigo, para no olvidarme, entre mis locuras, que te tengo, aunque sea así más lejos que cerca, aunque sea en otra ciudad y en otra casa, con otros aires y otro cielo.
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