Tempranas son las alas que llegan desde la ventana, abriéndome las venas secas que quedaban; se mecen en mis oídos planos, subyugados, muertos de Fe. Cómo te ansío sonido acuoso, sonido de bestias, sonido de aire y de tierra. Sonido de trigo, el de la mañana que me espera. Cómo te anhelo desde mis cárceles profundas, como al hombre, como al bosque. Cómo necesito hacerte mío, sin condiciones, sin tiempo de esperas. Te he acariciado tanto, te he amado en el olvido de tus detalles. Cómo se preparan mis venas para acogerte, a palmas abiertas a brazos infinitos, como si fueras el primero de mis sentidos… de tanto extrañarte. Y entrarás a mí fluido y natural, como lo hace el aire, trayéndome lo pequeño de lo grande y el dibujo perfecto de todas las cosas. Te compartiré con la piel y con la lengua mojada, con las manos sencillas y con el alma atarantada. Te compartiré siempre, sin calendario ni relojes, en mis días de máquina y en mis noches de magia. Me traerás al centro de todo lo mío la voz que me susurra, la que adivino. Un orgasmo de sentidos amasados, líricos, armándose nuevamente, cada vez que caiga diluida y estallada en esta vida que me alcanza. |