Amanece en Madrid. El sol despunta muy tibiamente por el corredor del Henares, remolón y sonrojado como si le diera vergüenza entrar en escena. No me extraña, hoy no es un día cualquiera. Hoy es el día en que una idea ya no está presente, ha muerto, y ya no me acompaña. Ha desaparecido, fenecido, expirado..., se ha truncado, ......¿para siempre?. ¿Quién recordará esta idea?, ¿Seré capaz de sentirla en el futuro? o simplemente se sumirá como muchas otras ideas en el desagüe de mi olvido inconsciente y protector. No, no puedo permitirlo, esta idea no.

Recuerdo como si fuera hoy el día en que apareció en mi vida, todo lo que en este mismo momento me rodea me lo hace recordar, pero ya no es un recuerdo catalizador de mi buen animo. Ahora, su recuerdo me duele. Ahora, su recuerdo hace más evidente mi soledad. Ahora, me siento inseguro, desamparado, .......menos sentido.

He escuchado de boca de grandes hombres, muy versados en existencialismo, que en nuestras vidas somos capaces de desarrollar una o dos verdaderas ideas que nos ayudan y acompañan en nuestro tránsito vital y mortal. En mi caso, solo tenía una idea, pero era mas que suficiente, era la que me hacía vivir, la que me hacía luchar por la vida, por los hijos, por la familia, ...por la felicidad, ese El Dorado que todos perseguimos sin hallarlo pero que nos mantiene firmes cuando la desesperanza se ceba con nosotros.

No sé si sabré entender la vida sin ella, no sé si sabré comprender, no sé si podré volver a ser.

Hoy ha muerto una idea.
Hoy ha muerto mi amiga.
Hoy ha muerto mi mujer.