Todavía hoy, en las tardes, se practica la alquimia en mi cocina: escucho hablar a los armarios y los ecos de las esencias, te respiran.
Olores de amor y vainilla. Y la canela tapándose los ojos, hirviendo... al ver, el ambiente de promiscuidad consentida. Y nos miramos... y todas las flores del patio, abren la boca y sudan, pegadas a los vidrios.
El recuerdo de aquella noche, entre las velas. Las flores amarillas y el vino. La cena en la mesa, contemplando, como nos comíamos con los ojos. Las caricias de los oídos, la pasión líquida corriendo por el cuerpo, y el sudor, resbalando entre los pliegues: ríos abruptos buscando las orillas escondidas.
Una cena de amantes, conociéndonos.
Se nos agolpan las palabras en el pecho, que apuramos a beber, con los ojos cerrados, a sorbos, para que no acaben nunca.
El momento disimulando el encuentro:
Ojos que se cierran y puertas que se abren.
Nos crecen los brazos, y las bocas, y las caricias: las lenguas pasean impenitentes, por los surcos de las orejas, por el cuello, por los cabellos.
Y próximas a brotar, nos estrecha la fuerza de las lágrimas en el estómago, que escuecen con burbujas, con la dicha contenida.
El sudor se nos agolpa y nos atenaza los pechos. Se estrechan los vasos y entre las grietas: nos estalla la sal...
Las lenguas bífidas de amantes comienzan a cazar los diamantes de sal que se convierten en azúcar, adornando los ombligos.
Y las manos nos lamen persecutoras y avanzan sus ejércitos benignos. Huellas retrocediendo ante las fogosas huestes: se caen las torres y las banderas.
Se dispersan las ropas por el suelo.
Suenan tambores de corazones y se sienten los masajes de los latidos en la piel.
El alzamiento de la victoria: Un “te quiero” arrebolado.
Palabras, mudas, que emergen como murmullos entre las piernas, abiertas hacia la nuca: es la posesión del “te amo”.
Es la victoria y la rendición: “Tú eres mía y yo soy tuyo”.
Es la desintegración de la saliva en moléculas atómicas.
Es el abandono de las lenguas sin casa. La emigración a otras moradas, entre dientes, pies, espaldas y montañas. Entre glúteos y cimas de los sexos.
Los gemidos mueren.
Los gemidos nacen.
El viento azota breve, con chispazos.
El calor invade con calambres, a mordiscos de deseos.
¿Amor?
¿Alquimia?
¿Deseo?
Todavía en las tardes... se practica la alquimia en la cocina...
isa (mayo de 2003) |