A Julia, por las interminables horas (para ella) de escucha nocturna que me aguanta.

***

Tumbado en la cama a oscuras como cada noche, y más aburrido que de costumbre, Harry se encontraba pensando en demasiadas trivialidades... Pero ocurrió lo impensable e inesperado; algo (o alguien) tambaleó el suelo de tal manera que se agrietó; de allí salió un gran resplandor rojizo, y brilló cada vez con más fuerza. Al mirar allí, su mente se llenó de visiones, la mayoría futuras acciones que nunca creyó que realizaría: bailar con su chica amada, declararse, besarla... Multitud de ellas, pero creyó que eran sueños y esperanzas falsas; y por un momento cerró los ojos... Para después abrirlos y ver a un hombre de pie al lado de su cama y con los ojos más negros que nunca había visto; su traje de chaqueta imponía respeto y vio que era un hombre elegante.

-Harry, ¿verdad? –dijo el hombre-; mi nombre es Caín, mucho gusto en conocerte.

Harry, anonadado, sólo acertó a balbucear un “¿QUÉ?” pero tan bajo, que Caín no lo notó.

-Vístete, que vamos a dar una vuelta por un mundo elegante –dijo Caín, y Harry se incorporó.

Cuando Harry abrió el armario, Caín observó toda la ropa que tenía y tuvo que “crearle” un traje de chaqueta para que fuera con él. Tras esto, bajaron por la fisura del suelo por unas escaleras mecánicas.

Al principio, Harry creyó que descenderían al infierno, pero se equivocaba. Al menos, no bajaban al infierno que se les contaba a los niños, aquel infierno plagado de llamas y demonios rojos con cuernos, rabo y un tridente en la mano. Eso más bien parecía una macro-discoteca con música Heavy Metal...

Y Harry era feliz.

Tras instalarse cerca de la barra, Caín le invitó a un Vodka-Limón, que Harry más que beber, deslizó a través de su garganta.

-¿Cómo es la vida ahí arriba? -preguntó interesado Caín.
-Pues no muy buena, la verdad –contestó Harry-. Cada día deseo más rebelarme contra lo que está escrito y hacer que mi vida sea realmente mía.
-No puedes –dijo Caín-. Tan sólo sois mis marionetas.

Esto dejó traspuesto a Harry.

Al final de la noche y en las escaleras de subida, Caín se despedía de Harry con abrazos y prometiéndole verle de nuevo en poco tiempo.

-Pero esta vez –le decía Caín- tienes que darme tu alma.
-¿Alma dices? ¿Qué es eso?