Ya en el barco, de regreso a España, recordé aquella carta que me había entregado un desconocido jovencito, casi un niño, bajando la escalinata de un teatro de Santiago de Chile, donde había expuesto mis teorías sobre “Modelos poéticos de principios de siglo”. Corría el mes de julio de 1917
Saqué el arrugado papel y leí:
“Estimado señor. Mi nombre es Neftalí y tengo 13 años. Hace meses, mi padre me regaló un libro de poemas escrito por usted y su lectura cambió totalmente mi vida. Lo he leído mil veces y en cada una de ellas me he sentido en la necesidad de poder escribir algún día tan maravillosamente como lo hace usted. Humildemente le ruego, lea este pequeño artículo que pienso enviar al diario “La mañana”, por si tienen a bien publicarlo, siempre y cuando su opinión, que es la que realmente me importa, sea favorable”.
La firma decía Neftalí Reyes y acompañaba al escrito una dirección para enviar mi respuesta. El artículo se titulaba “Entusiasmo y perseverancia”.
No era muy largo, así que inicié la lectura, adentrándome en el sentimiento de aquel niño desconocido que manejaba ya el lenguaje como solo saben hacerlo los elegidos.
Quedé tan sobrecogido por la lectura, que nada más llegar a España contesté a su escrito, animándole a seguir el camino de las letras, en el que le auguraba un espléndido futuro.
Pasó el tiempo y no volví a saber nada más del chico, pero le seguí la pista durante unos meses por los artículos que publicaba bajo el nombre de ”Cuadernos de Temuco”, así que poco a poco fui olvidándolo. Sólo ocasionalmente, me preguntaba qué habría sido de él y si habría seguido adelante con su pretensión de dedicarse a las letras en serio, además de los artículos que publicaba.
Un día de junio de 1924, recibí una carta, bastante abultada, procedente de Santiago de Chile. El nombre del remitente no me era conocido. Contenía una carta y un pequeño libro de sencilla encuadernación. Abrí y comencé a leer:
“Mi muy estimado señor. He querido que sea usted el primer amigo en recibir mi primera obra editada. Se trata de un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur de mi patria. Es un libro que amo porque a pesar de su melancolía está presente en él el goce de la existencia que la lectura de sus poemas, don Antonio, me enseñó a apreciar. Sin su ayuda espiritual y la confianza que usted depositó en mí, esta realización jamás hubiese tenido lugar.
Además, me ayudaron a escribirlo un río y su desembocadura: el Río Imperial. por lo que forman parte del romance de Santiago, con las calles estudiantiles, la Universidad y el olor a madreselva del amor compartido.
Observará usted que he cambiado mi nombre y me he puesto Pablo porque me gusta cómo suena y Neruda en honor del poeta checo Jan Neruda.
Reciba mi más sincero abrazo agradecido.
Ricardo Eliezer Neftalí Reyes Basoalto”
Emocionado, tomé de nuevo el pequeño libro. Se titulaba “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, de la editorial Nascimento y su autor, Pablo Neruda.
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