Habíamos llegado al límite. Su rostro opaco se distorsionaba cada día más en mi semblante como el referente de una arruga ampliada o el alejamiento en otras muecas que reflejaban esa misma soledad. Todo se desvanecía a medida que iba transcurriendo: la vida, los sueños, el devenir. Entonces fue cuando cerré las puertas a ese ajeno ser que me enfrentaba en los espejos, para dar cabida a mi otro yo real.
Ana Cecilia.
Texto agregado el 08-06-2003, y leído por 398
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Lectores Opinan
09-06-2003
Me gusta esta pieza críptica, intensa y tajante. danielnavarro