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Desde el primer día en que te vi, supe que serías mío. Cuando nuestros ojos se miraron, nuestros cerebros hicieron una reacción química que nos hizo perder la noción del tiempo. Yo sólo pensaba en ti. No podía seguir haciendo mis tareas, no podía ir a visitar a mi abuela enferma sin tener tu imagen grabada en mi cabeza. A pesar de todo, fui al hospital a verla, pero me notó extraña. Sólo pensaba en ti.

-Niña, pero ¿qué te pasa?
-Nada, abuela… -dije, susurrando.
-Sabes que puedes contármelo todo. Cuando tu madre estaba mal, siempre recurría a mí para que la consolara. Venga, pequeña, dime qué te pasa.
-¡Ay abuela! Tengo la sensación de que este sentimiento que siento es el mejor que he podido experimentar en toda mi corta vida. ¿Sabes? El otro día vi a un joven en la calle del ayuntamiento.
-No me digas más. El amor es un sentimiento mágico, pero debes tener cuidado hija, y no guardar en tu dulce corazón sentimientos que luego podrían hacerte daño.
-Abuela… Era un joven muy apuesto, guapo. No sé por qué no hablé con él. ¡Válgame de mí! Que si no fuera por mi torpeza, ya lo habría vuelto a ver. Quisiera que un día, pronto, pueda volver a contemplar su profunda mirada azul, su pelo del color de las castañas… Ay… abuela… Qué bonito es el amor.
-Sí, querida, es muy bonito. Pero ahora vete, que tu madre se debe de estar preocupando.
-De acuerdo. Volveré a venir mañana.
-Hasta mañana entonces, y recuerda lo que te he dicho.

¡Ay de mí! Han pasado dos eternos años desde que te vi, y aún no sé nada de ti. Dónde estarás, dónde…


-Preciosa luz de la mañana que tus ojos miraron a los míos y, desde entonces, no he podido volver a darles placer.

Alguien está diciendo palabras maravillosas. ¡ES ÉL!

-Mis ojos están hechos para verte a ti. -dije.
-Y los míos para poder ver tu cuerpo.
-Por fin estamos juntos.
-… Por poco tiempo.
-¿Por qué?
-Mi familia quiere que me aliste en el ejército. Mañana me dirigiré a Madrid, y de ahí me llevarán a la guerra, a combatir contra los musulmanes.
-Pero no puedes irte. Nos acabamos de encontrar, después de dos años. No podré soportar ni un día más sin ti. Por favor, llévame contigo.
-¡No! ¡Eso jamás! Mira, toma este anillo. Cuando vuelva, me reuniré contigo en cuerpo y alma, y tendremos muchos hijos. Por favor, guarda estas lágrimas de tristeza para que cuando regrese, se hayan convertido en lágrimas de alegría.
-Te echaré de menos.
-Yo también. Cuídate mucho. Hasta pronto.
-¡Atravesaré muros, murallas; caminaré por estrechas calles; lucharé para estar a tu lado!
-Mi corazón siempre ha pertenecido a ti. Siempre estaremos juntos.

Texto agregado el 22-10-2004, y leído por 174 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-11-2007 seguramente nunca leeras este comentario. juevesanto
 
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