Vació los bolsillos: una libreta de muelle y un lápiz. Sólo eso Y se desnudó.
- Con el interesado en pelotas, sin sonrisas, así me gusta comenzar los interrogatorios. Si no has cogido nada ¿por qué sonaba la alarma de la caja? Si no robaste nada. ¿por qué corrías? ¿Soy inocente? ¿Soy inocente? En este puto país no queda ya nadie inocente; y tú vas a devolverme lo que has robado, aunque te lo tenga que sacar a hostias. Estoy harto de que se rían de mí, estoy hasta los cojones de que cualquier niñato de mierda se lleve lo que quiera sin pagar y encima me amenace. Estoy harto de que me digan lo del exceso de celo y que me lo tomo como algo personal y... No, no te puedes ir, por lo visto tú todavía no has enterado de nada. No va a venir ningún abogado, ni ningún policía. Esto es sólo entre tú y yo.
Un poquito de porra tal vez te ayude. ¿Qué tenemos aquí? Con esto te lo voy a explicar de maravilla. Mira; este diente era tuyo, pero ahora voy yo y me lo guardo en el bolsillo. ¿Ves? Ya podemos hacer un trato; tú me devuelves lo que hayas robado y yo te devuelvo tu diente. Parece justo ¿no?
No, no debes saber en qué consiste una negociación. No puedes seguir continuamente lloriqueando soy inocente, soy inocente. Así bloqueamos el diálogo. ¿Tal vez te parezca injusto el trato? Nada, nada, pues a compensar los lotes. Mira, ahora han venido dos dientecitos a la vez. Tres dientes contra lo que hayas robado. No suena nada mal ¿eh? Bueno, ¿qué dices, nos sentamos a regatear? La libreta, ¿qué coños le pasa a la libreta?
POEMAS DEL CONTINENTE
Con la credulidad intacta
Brilla el jurel
Sin enterarse
Que ya no es pez
Sino pescado.
Un poeta, la segunda vez que me equivoco. Usted perdone señor poeta, pero ajustan con tanta precisión los sensores antirrobo que a veces saltan si sospechan que están robando algo, aunque sea un poema.