24 de Mayo de 1961
Estimado Augusto Wertheimer:
He esperado durante meses su respuesta y bien conoce que me aquejan las ausencias prologadas. Marie lo extraña con desesperación; ha estado cocinando un pastel de chocolate y creo dulce de leche durante toda la tarde y derramando lágrimas tras oír a Chopin- no imagino otra razón.
Acabo de recordar cierto pasaje de nuestro amado Dylan Thomas, aquel que sirve de prefacio a su obra mas recordada (estoy seguro que sabe de lo que hablo); de otro modo, contemple con seriedad la posibilidad que en sueños se la transcriba. He leído un libro extraño, que postula la existencia de un misterioso desfasaje metafísico: un individuo que todos los lunes, a mediodía, se esfuma y reaparece en algún territorio y tiempo, tal vez, desconocidos. El pobre se ha materializado en alta mar, sin mas que una tabla y unos víveres; en una conferencia que deviene en asesinato; estancias campestres, rodeado de rumiantes y alguna sombra perdida y orgías multitudinarias donde los cuerpos se funden y aniquilan en espasmódicas contracciones y siseos; presienta que no he alcanzada la mitad de su extensión y las posibilidades me resultan infinitas. Curioso, es probable que usted sea este “aparecido” y no yo, como suelo creer con intermitencias extasiado por la penumbra (no caigamos en verbigracias Alfonso, se lo pido)
Me ha mencionado cierto libro- que presumo maravilloso-; lo he buscado durante días y no logro dar con su paradero; estoy preocupado: ¿es posible que se halla confundido de título?. Nunca me he olvidado de ningún asunto ( conoce de sobra mi memoria) y subsisto, solo y casi olvidado, en un orden supremo. Ruego que se acuerde pronto de mi, sin olvidar los besos que le debe estar mandando Marie, a los gritos, mientras balbucea sus sonatas... lo saluda atentamente su eterno y agradecido amigo.
17 de Agosto de 1961
Augusto:
Quiero suponer que el nombre del autor no es una broma de mal gusto, ni un intento, demasiado logrado y desbordante de imaginación para un abogado. En todo caso comprenderá mi pánico y creo haber percibido, no sin espanto, el tono solemne y cauto de su breve epístola. Quiero creer que fui yo- y no Marie- quien le escribió; ahora no estoy seguro( vuelvo a pensar en una bocanada de ratas que fluyen como un extraño vomito azul-verdoso) Hace unos días alguien arribó con un libro... imagine mi sorpresa al notar mi nombre en letras doradas y el título( producto de algún editor, como todos, ávido de ganancias y no menos estupidez) del cual me hace mención nuevamente. En la contratapa detalla una breve biografía, pero el mismo terror se oculta agazapado en su epílogo: “Obra Póstuma” en color carmín y letras grandilocuentes. Me figuro haberlo ojeado y recordar su contenido; utilizo el término “figurar” por que ya nada es seguro, ni siquiera mis sentidos y presunciones. Las ratas vuelven a transitar por mi garganta Augusto, a mezclarse con la saliva hiriente de los recuerdos, apoderándose a mordiscones, nostalgia de aromas muertos. Marie me ignora y continua llorando por los pasillos de nuestra casa (me enloquece mi soledad Augusto, como lanzas precisas que me atraviesan espasmódicamente) Creo estar en lo cierto al afirmar que el libro “existe” y está carta es una ilusión o un subproducto de mis pesadillas. Tal vez esto le llegue de la pluma de ella -de nada servirá- o tal vez se esfume en este u pocos instantes. De todos modos, vuelva a visitarme; prepararemos pavo relleno y descorcharemos algún vino añejo; si nos ataca la nostalgia de súbito, contemplaremos la noche en el jardín, con algún puro entre los dedos y lágrimas en las mejillas. No me deje solo... se lo ruego desde las profundidades de mi alma.
Me despido querido amigo... que su vida sean las ficciones que inventa mi mente y no mis desgracias.
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