Los cristales a mi alrededor sucumben ante mi grito de desesperación.
Mi sangre corre, huye de mi ser; yo la envió al exilio de mi cuerpo.
Las imágenes se oscurecen, mi vida ante mis ojos, dentro de mi mente, fuera de mi mismo.
Aun me siento, más ya no estoy en mi; mi envase no es más que eso.
Lo café es ahora rojo.
Lo hablado es ahora silencio.
La vida es un recuerdo.
Los recuerdos... se apagan.
Texto agregado el 21-10-2004, y leído por 153
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Lectores Opinan
21-10-2004
Hmmm, creo que para la magnitud del evento y lo agitado del susodicho: faltaron algunos signos de admiracion que delaten la calma aparente del desalojo de sangre. saludos adrianu
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