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Era una noche oscura, de esas noches que se congela la vista y se entumen las manos de el frío que cala en tus huesos y paraliza la sangre. Esas noches en que las calles están como desiertas. Sólo me acompañan las gotas de agua y pensé: Qué es el agua? Un sin fin de ideas abarcaron mi mente, unas mías otras leídas aquí y allá. El agua: disuelve muchas y variadas sustancias. Las reacciones bioquímicas requieren de agua para su ocurrencia. El agua es rica en vida, al condensarse, el vapor de agua entrega una gran cantidad de calor...(en cambio) el aire es pobre en organismos vivientes, como yo, como vos, como tantos (tontos?) No lo sé.

Sigo caminando por esta ciudad, las luces de los comercios resplandecían a cada explosión de el preciado líquido. Qué poco tiempo me queda para entender el sentido de la vida. Me corre la lluvia por el alma vacía, pienso en ella, me resbalo en sus ojos de cristal, necesito llegar a ella y que su amor me envuelva y sus manos me quiten las espinas y sus sentidos absorban mi olor,entregarme como siempre sin esperar nada a cambio. Qué le voy a hacer? Así es ella...

Me detengo en una esquina. El sonido de los carros se mezclan con mi esencia. Mi pensamiento se eleva como una tenue luz de faro, bajo un cielo oscurisimo tapando infinidad de estrellas. Pienso que amo la calle sin nadie, historia en silencio de siglos, secretos detrás de las puertas. Ruedan las calles con los recuerdos del tiempo que ya fue. Al caminar de mis pasos por estas calles, esquinas y parques, siento que ya estuve aqui. Es una vieja ciudad, para niños viejos que rondaron con sus sueños, todos estos laberintos de ilusiones y deseos, de tristezas y frustraciones. Me detengo...la calle me camina, ella se va y yo me quedo, como un farol de luces eternas, girando en los espejos que cambiaron el ayer por el mañana.

Tengo mucho frío, veo cómo la poca gente que me cruza en esta calle, se refugia en aquel bar, en ese restaurant, en sus vidas de siempre, con deseos inconclusos y frustraciones latentes. Yo era un niño viejo y me volvieron un viejo niño, sin saber si alumbro o me alumbran, sin saber si soy una historia que nunca fue.

Sigo mi camino, me detiene su aroma, me detienen sus manos, que no son más que los pliegues de ansiedad que se cuelgan en mi prisa. Y se que es una mano noctura quien me conduce a ella. Ha dejado de llover, eso me alivia, me invade un sentimiento nostálgico, de querer y no poder,¿ pero qué? No lo sé...no lo entiendo, ni me importa. Lo que me faltaba, empieza a vigilarme la luna, y siento ganas de aullar, como el lobo plateado que me acompaña en mis íntimos instintos cuando es la hora de entrar y verla y sentir que me ve con la intensidad que emana su única luz mortecina, como de ángel caido, que aun sabiendo que no puede entrar a donde juegan los ángeles, no le importa, pues siempre puede a cercarse a la Gran Mesa, donde muy pocos van. Sigo como el lobo, sabiendo que al desandar el camino, nunca había habido camino.

Me paro frente a la entrada de mi destino, ella me espera, como siempre, como nunca, pero se que me espera. Me transformo de a poco, lentamente, y ya siento lo que soy, una rosa violeta, única, solo para ella, y yo de ella. Y ya en mis terribles espasmos, metamorfosis deseada, sé que desde entonces me amaron, en este cruce de caminos, los seres que darían sentido a mi vida en la calle y en la esquina.

Texto agregado el 21-10-2004, y leído por 119 visitantes. (3 votos)


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