Siempre, desde que tengo uso de la razón, me reía de las personas que decían haber visto algo sorprendente. Claro, como a mí nunca me había ocurrido algo por el estilo... ¿por qué habría de creerles? Bueno, pero lo que me pasó hace algunos años a mí, cambió rotundamente mi manera de ver el mundo.

Yo, todos los años y desde pequeño iba de vacaciones a Pullally, un pueblo cercano a La Ligua, pero no-solo, sino que con mis primos y abuelos. Un día, como tantos otros, se nos ocurre a mí y a mis primos ir a buscar membrillos cerca de la laguna de Pullally. Alrededor de la laguna existían parcelas con todo tipo de cosechas. Una de ellas tenía sembrados y árboles frutales y entre ellos, lo que andábamos buscando: “membrillos”.

Al traspasar los alambrados de la parcela, se sentía un aire especial, un frío inquietante que haría temblar a un muerto... una atmósfera terrible. A nuestra llegada, nos recibieron cordialmente dos perros en un lenguaje muy especial, nos indicaron amablemente el camino de regreso a casa, mientras sonreían cortésmente mostrándonos sus afilados colmillos.

Creo que fue demasiada amabilidad para nosotros y pienso que por eso me asusté; ¿qué haríamos ahora? Era la pregunta del momento. Para nuestra sorpresa, apareció un viejo chico y canoso con un gorro antiguo en su cabeza y con un hacha en la mano. Con un aire frío y de misterio se nos acercó. Nos dimos cuenta que él era el amo de los perros pues cuando apareció, ellos se arrodillaron ante su realeza y emitían gemidos como si tuvieran miedo. Los pájaros puestos en los frutales no gustaron de quedarse a ver el espectáculo que pronto iba a comenzar y decidieron marcharse en masa hacia otras parcelas que ellos consideraban más fashion o top.

El viejo nos dijo en forma muy dura y sarcástica: “¡largo de aquí!”, “¿¡Qué se han imaginado!? Más que por sus autoritarias y fuertes palabrotas, me asustó su rostro y figura, algo extraños aunque parecían normales. Lo peor de todo es que no se sabía por qué. Finalmente, le hicimos caso y nos fuimos.

Ya en la noche, nos reunimos con nuestros amigos pullallinos en las ruinas de la casa de la “Quintrala” de Pullally en la misma laguna mencionada anteriormente. Los locales nos contaban historias de terror y nosotros, las diabólicas. Creo que nuestras historias fueron las mejores pues ellos se veían más temerosos que nosotros. Todo estaba bien hasta que mencioné el incidente que tuvimos en la tarde con el viejo amargado del hacha. Un de nuestros amigos pullallinos se sorprendió una enormidad y nos dijo que hacía ya tres años, un viejo mató a sus dos nietos con un hacha (en la misma parcela que visitamos) y que después se suicidó en el mismo lugar. Ante este comentario se produjo un silencio absoluto. Si era verdad eso... ¡habíamos estado ante la presencia de un fantasma! El pánico se apoderó del momento y como era de noche y en la casa de la Quintrala, cada uno arrancó despavoridamente por todas partes.

No pido que me crean esta historia, pero tampoco quiero que la nieguen. Pues no se trata de creer o no creer, ya que esto podría ocurrirles a ustedes... “el día del loly”.