He lanzado lo obvio tantas veces, y en tantos momentos he volado contigo a cuestas; un nombre en tu recolección por debajo de esa colecta diaria en la que siempre participo. Ese nombre emblemático es el que pronuncias en silencio aunque tus labios no presenten movimiento. Es difícil no sentir ni una pequeña sensación que me hace estremecer porque se que tu te estremeces; en silencio, entre paredes; si, esas que son las mías y te envuelven.
Una metáfora para un momento perdido tira de mí hacia el círculo que completas y que has creado. Un vientre, una cadena, una resolución que se ha visto postrada ante la liberación de mis brazos, de mi alma y de mi sangre que palpitaba con desesperación y ansiedad desde esos abismos en los cuales corría sin rumbo. Y aquí espero un poco más de lo que hay, un poco mas desde las heridas que se dibujan sobre tu piel revelando la dulzura que implícita cae como un velo sobre mis ojos sin privarme de la visión pero dándonos razón.
Mi reflejo me envuelve y me arrastra hacia aguas que me curan, bañándome en ti; guiándome hacia mundos que sublevan la cura que eres tu. Cúrame; muéstrame esa soledad y esas aberturas que me traerán más cerca de ti. Vulnerable, si; esta bien y lo sabes, nunca usaré esa aras que me entregas para deconstruier una estructura que mirará el fin de los tiempos dejando atrás a todo y a todos, las palabras que lastimen y las que juzguen, todas opacadas por los movimientos de lo estático del viento.
No me ves, pero me observas; no me tocas, pero me acaricias; no me hablas; me susurras. Vuelve a dormir y que tus sueños sean la tinta de mis palabras como tus palabras son el alimento de mi alma; ¿siquiera pensaste alguna vez mirarme como ahora lo haces? y en ti permanece la latitud de la vida misma y de lo que gira alrededor de ella. He construido esos vestigios de vida alrededor de ti y de tu mundo, me he fundido en esos lazos que con fuerza me sostienen y siempre en tiempo de sequía me arrullan con un ligero toque de sutileza calida. Soy el licor que baña tu alma y el ancla que nunca te dejará escapar; soy el néctar donde tus demonios se ahogarán y flotarán a la deriva en un sortilegio de cúspides inexplicables.
He tomado mi amor y he visto mi reflejo cubierto de la nieve más espesa hasta que las avalanchas me arrastren, pero aún así mi aliento nunca será extinto. Hay un espejo en el cielo, aquel que el niño dentro de mi corazón puede alcanzar, ese que con la ayuda de tus manos se estira y toca a pesar del constante cambio de la marea de los mares. Inmutables, imposibles; eso somos, de cierta manera en cuanto a circunstancias peculiares, sí; destino, locura, incalculable, inseparables. Por última vez eres todo lo que quiero y lo que he pedido, eres lo que he soñado; quién no sería el que amas, quién no estaría dentro de tu amor sino el que se protege y resguarda en el. Un alma pura y bella de sombras de ajenjo, no entiendas, no me temas; respiraré por los dos.
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