¿Alguna vez has deseado ser un pájaro? Muchas veces, me podrían contestar. ¿Alguna vez has soñado que eres un pájaro? Algunas, podría ser ahora la respuesta. ¿Alguna vez has sido un pájaro? Sí, lo he sido... sería mi respuesta.
Estando en una clase de biodanza, nuestra facilitadora nos explica el contenido de la clase: trabajaremos los cuatro animales que se asimilan a los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. En su excelente exposición y motivación a la clase nos da las pautas generales a seguir. Nos miramos y comprendemos que un nuevo desafío tenemos por delante y que como en otras ocasiones debemos dar un poquito más de cada uno para la concreción de los objetivos. Iniciamos la ronda de saludo, nos miramos a los ojos uno a uno para retener esos rostros que nos acompañarán y acogerán en el desafío del día: danzar como un tigre es decir, la combinación tensión – relajación; danzar como una garza, o sea, tener leveza y gracia natural; danzar como una serpiente, que implica sinuosidad y finalmente danzar como un hipopótamo que nos lleva al placer natural.
Durante el transcurso de nuestra clase, fuimos danzando según el animal que se nos indicaba, guiándonos por la música y dejándonos llevar. Me sentí muy cómoda en la medida que iba asumiendo la danza de cada animal; sin embargo en el minuto que se inicia la música para danzar como una garza, yo no danzé como una garza, fui una garza y abrí mis alas hacia la altura, e inicié mi vuelo hacia el lugar de mis sueños, Cajón del Maipo, y desde la altura podía observar esas montañas, el río, la naturaleza, el valle soleado. Me encontré con otras aves que juguetonas me saludaban al pasar dándome la bienvenida a este primer vuelo. Mis alas se agitaban, mi alma tranquila, todo era serenidad y armonía, mi corazón en paz, la música me llevaba hacia las cumbres de las montañas para regresar en liviandad al río, siempre en paz, en armonía. Cuando la música se acalló, sólo entonces mi vuelo se detuvo con suavidad sobre el valle y en ese momento me di cuenta que mi alma había regresado al cuerpo, mi respiración tranquila, mi sensibilidad a flor de piel y una gran felicidad por el vuelo logrado.
¿Alguna vez has sido un pájaro? Sí, lo he sido, en una vivencia de biodanza.
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