Un amanecer rojo es un presagio. Y los vestones hoy estaban cansados de gastarse por el roce. Te lo digo porque así lo vi. Y se quejaba. Vieras tú cómo lo hacía...olía a cemento como siempre. Tiene una pegajosa atracción que debemos odiar. Se llama centro y de verdad algunos lo odian.
Más tarde otra aventura, otra epopeya y quizás una tragedia
. Es el demoledor amarillo demolido. El con cara larga vengativa. Me vengo de tí con una inmunda rabia. Te insulto, te entiendo y te perdono; no hay otra forma de convivirte.
Y pongan redes en las calles y en los cielos. Para contener el sudor y el agobio sin ahogos. A ver si así nunca más agobian junto con el pavimento. Ese que ya se proclamó el señor absoluto de la calle. El que definitivamente la hace y la invade. Crean que es un lento, paulatino consumo.
Alerta las alarmas, los oidos, para la hiuda general de los humanos. Para el éxodo asqueroso de esta casa aborrecida, insolente y denigrante.