Hay caminos que no se ven
y sin embargo transportan la emoción
hacia lugares recónditos
donde solo la luz es alcanzable
y donde el miedo es tan lento
que hasta el propio juicio
es más rápido que él.
Donde la mirada, circunspecta
en un solo parpadear
acarrea hacia la razón
las mil y un explicaciones
para lo emotivo y lo irreal.
Para lo sano y transparente
de la mente y la inquietud
del abismo estrecho y asfixiante,
una inseguridad transformada en miedo
y luego en cenizas…
restos y escoria de tiempos pasados
que no se respiran ni se tocan
solo se recuerdan como la gran etapa
la gran espera de otros tiempos
esperando evolucionar
esperando secar al viento de la esperanza
las lágrimas de tristeza y preocupación
los respiros y sollozos eternos
iracundos e inmortales
que sutiles emiten las bocas
y los corazones
exhaustos de tanto luchar
de tanto caminar
de tanto continuar sin sentido
sin razones ni convicción.
Así, espero
ser el ciego más feliz del mundo
el día que pueda si quiera percibir
o inquietarme
por la escencia de estos caminos
por la grandeza de estas vías
reminiscentes y solitarias
ardientes como el sol naciente
que calienta la pesada frente por la mañana
y se despide en un hermoso espectáculo
al que todos los días llamamos,
atardecer…