he inspirado incansablemente
a la neblina otoñal,
y a la silenciosa nostalgia de
su aula,
mientras que sus ojos
profundos como el oceano,
pero secos como el desierto,
sollozaban la triste decadencia
de sus corazones olvidados,
mis rosas infernales
abrieron su pecho adormecido
y prendió con fuego
esa llamarada gris para dar
inicio a su agradable sepulcro,
velas infaustas adornaban la ceremonia
siendo cómplices
de la amarga tortura viscosa
del ocaso.
la luna,
se refugiaba inquietante bajo las lánguidas
nubes extasiadas de duelo,
con su luz daba por terminado
el banquete sádico hecho de lágrimas otoñales
y corazones extinguidos.
Texto agregado el 19-10-2004, y leído por 127
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