Era una de esas mujeres que en su sencillez, son hermosas. Tenía una cara angelical, una piel que se adivinaba suave como un busto de marmol, y unos increibles ojos enmarcados por unas gafas sin montura que el daban cierto aire intelectal... Traía un libro que al parecer era tan viejo como el tiempo, pastas de un cuero tan curtido que parecía la piel de algunos indios de la Guajira colombiana... Mujer hermosa, libro viejo, bingo! ¿Qué mas le podía pedir a la vida? Se sentó en las sillas de enfrente, aunque un poco lejos. Intenté leer el título de la pasta, pero estaba tan acabado como la honradez. Decidí sacrificar mi puesto, a sabiendas de que lo extrañaría a lo largo de las 14 estaciones que me faltaban para llegar. ¡Todo en aras de la curiosidad!
Me coloqué a un par de metros, y justo cuando estaba en el proceso de descifrar la primera palabra del título, zacate, se le da por leer... Joder!
Cuando hubo la suficiente cantidad de personas para pasar desapercibido me coloqué justo enfrente de ella. Era tal como lo había imaginado, las páginas amarillas por los años, las letras de imprenta marcadas profundamente... unos 80 o 90 años cuando poco. ¡Excelente! La curiosidad me carcomía y me incliné hasta poder leer lo que decía y oh sorpresa, ¡un parrafo en latin! estaba anonadado, cuánto no pagaría uno de mis mecenas por un libro como ese... la angustia de saber que quizá se bajaría antes que yo, o que yo tendría que bajar... era para desquiciar a cualquiera. Tenía la vista perdida en aquel hermoso ejemplar, hasta había olvidado a la muchacha, lo cual fue un grave, grave, grave error.
Lo que debí haber visto, fue que la muchacha traía un boton suelto, y un hermoso par de senos se mostraban desafiantes entre los pliegues de su blusa. Al ver al joven delante de ella levantó la vista y adivinen, adivinen lo que vió, vió a un tio con gafas oscuras, mirando fijamente su persona, miró hacia abajo y vió el escote abierto. Cerró de golpe el libro, se levantó furiosa y cuando intenté esbozar una sonrisa de esas que uso para iniciar una negociación de libros viejos, zacate, un bofetonononón que me dejó ardiendo la cara las siguientes dos horas. Sin mencionar que las personas que presenciaron el hecho me lanzaron varias miradas de tipo "¡pervertido!", de esas que equivalen a catorce puñaladas... ¡Todo por la grandisima puta curiosidad!. |