Gabriel no quiere saber nada con ir a lo de Beatríz. No la quiere, dice. Pero no la quiere para nada. Encima no le gusta estudiar Matemáticas y seguro que cuando llegue a su casa se va a enojar y lo va a retar y a gritarle porque no hizo los deberes para hoy.
Y a cada paso que daba, la furia se hacía infinita. Le hubiera gustado estar en su casa, durmiendo. O, no, mejor tomando una buena taza de chocolate con medialunas.
Ya no quería pensar más nada. En algunos minutos estaría por ponerse a estudiar sobre los Números Reales y EL Plano Cartesiano y la eternamente inentendibles Funciones Reales de Variable Real. Sentía que estaba de ánimo para darle a Beatríz una muestra gratis de napalm.
Estaba casi a una cuadra de su destino final, cuando las sirenas de los bomberos casi le hacen sangrar los oídos. Ahí se dió cuenta de que la casa de Beatríz ardía en llamas. Para colmo de males no había sobrevivientes. ¡Qué tragedia lamentable!
Fue entonces cuando sintió que le tocaban el hombro, al mismo tiempo que le decían que se apresurara porque iba a llegar tarde a lo de Beatríz.
A estudiar se ha dicho...