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Reflexión N°2 o del Guía de Turismo


A raíz de ciertos remolinos que giran cuales feroces tornados en mi mente, a veces me pregunto qué es lo que estoy haciendo y para qué lo hago. Y esto me lleva a algo más profundo y complicado aún: ¿Qué hago?
Soy guía. Guía de turismo. Pero.... ¿Cuál es la labor de un guía? Sencillo; guiar. Guiar a un grupo de curiosos y desconocidos; orientarlos en el descubrimiento de lugares y situaciones para ellos inciertos, solucionarles pequeños y grandes problemas; hacerles pasar un tiempo agradable y divertido; pero sobre todas las cosas, darles contención y aconsejarlos a partir de sus propias experiencias de vida.
Fácilmente uno podría dejarse engañar por lo que esta profesión significa. Pero no se confundan, no caigan en el error de creer que ser guía es reírse, cobrar propinas y seducir mujeres desprevenidas y fascinadas por lo bohemia de esta profesión, que de bohemia no tiene nada. Aunque sí mucho de maquillada alegría, de verdadera soledad y angustia. Porque uno da todo por los otros, los reviste de ilusiones y sonrisas múltiples veces fingidas, para darse cuenta luego que uno es un mero títere, un juglar destinado a entretener a un reino de superficiales súbditos que pagan fortunas por eso.
¿Pero quien lo ayuda a uno? ¿Quién nos da la bienvenida? ¿Quién nos aconseja cuando estamos mal y necesitamos un “no te preocupes”? Nadie. El guía está solo y vulnerable, y por esa razón sufre y se angustia frente a la felicidad y espontaneidad de los turistas... En repetidas ocasiones uno se pregunta hasta cuando soportará la mentira de su profesión. Otras se resigna y la acepta tal cual es, sin importarle la falsedad que ella implica... Y el tener que tomarse vacaciones cuando no lo son y nadie se las toma. Por eso uno vacaciona en invierno, solo o con otros guías de turismo. Nunca con su familia, porque los chicos van a la escuela y la madre debe cuidarlos y tal vez trabaja en algo normal. De acuerdo a esto no es loco afirmar que los guías somos una suerte de raza distinta al común de los humanos, que vive la vida de una forma opuesta al resto de la gente.
Toda esta pequeña reflexión viene a que quiero decirles que no sé hasta cuando seguiré con esto, desconozco cuál y cuándo será el punto de inflexión que me haga decir “esto no es para mí”. Tal vez sea cuando realmente me de cuenta de que mi supuesta felicidad se esconde bajo el sonido de las turbinas de los aviones que llegan o se van cargados de expectantes turistas. Puede ser que reaccione cuando vea que mi panza crece y cumpla los cuarenta y comience a caerse mi pelo, o en una de esas en el momento que me pierda la comunión de mi nene por conseguir unos pesos más. Pero lo más probable es que tire la toalla justo ahí donde me empiece a doler mentirle a la gente y sobre todo a mí mismo.
Mientras tanto trato de no tomármelo muy a pecho y busco sacar provecho de las aparentes ventajas de un rubro que nunca es para siempre.

22/08/04

Texto agregado el 19-10-2004, y leído por 144 visitantes. (0 votos)


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