Los Paseos. Que cruel era a la hora de manipularme... a la final siempre lo complacía y justamente ayer no iba a dejar de consentirlo. Le puse la correa, lo conduje escaleras abajo y caminamos en dirección al rio. Era la ruta que mas disfrutaba, el sendero del rio corria paralelo a este por varios kilometros y terminaba en un arroyo afluente, de aguas heladas y cristalinas, era nuestro lugar secreto para limpiarnos las manchas del alma.
El Sendero. Iba cantando de la dicha, ¿han escuchado cantar a una tortuguita? es hermoso. Cantaba y cantaba la misma canción de siempre '...y luego cuando ellos se van, algunos sin decir adios, el frio de la soledad, golpea nuestro corazon, y es por eso amor mio que te pido, por una y otra vez, si llego a la vejez que estes conmigo...', y yo lo seguia, tarareando, a veces, si no había mucha gente, hasta le hacía coro.
El Arroyo. Pasamos una tarde maravillosa, nos bañamos, jugamos, hablamos... me habló de sus vivencias, de la vida, las tortugas, el amor, de los buenos y malos hijos, los sueños cumplidos y los rotos, del alma... noté algo diferente cuando empezó a hablar de la muerte. De la inevitable anhelo de la muerte. Del anhelo que tarde o temprano termina sintiendose por el fin de nuestros dias sobre la tierra.
La Calle. Nunca supe por qué no caí en la cuenta de inmediato, mi tortuga odiaba la calle, prefería el cesped, o hasta las aceras, pero no le gustaba la calle. Debi sospechar cuando me pidió que le quitara la correa, a él nunca le gustaba estar fuera de casa sin la correa, le daba una cierta sensación de seguridad, un cierto aire de protección, una especie de vínculo entre nosotros. Tonto y mas tonto yo.
El Semaforo. Cuando el semaforo se puso en verde, caminamos hacia la otra acera buscando aquel café que tanto me gustaba, muchas veces ibamos de noche y nos quedabamos tomando café con brandy y fumando puros hasta altas horas de la madrugada. En mas de una ocasión, cuando nos excediamos en la medida del brandy, se quedaba callado y una tristeza profunda lo embriagaba. Lo embriagaba mucho mas que cualquier licor. Siempre quize saber qué era lo que le embargaba, pero siempre evitaba hablar sobre ello. Quizá hoy...
- Qué te parece si pedimos una jarra de café especial y nos ... Tortu?
El Auto. Miré hacia ambos lados, y un escandaloso escalofrío me sacudió. Miré hacia la calle y allí estaba. De pie, con la frente en alto. Con esa dignidad propia de las tortugas, levantó la mano y sin palabras me dijo adios. El frenazo fue casi imperceptible. El cuerpo salió dando una cómica voltereta. Al caer al suelo lo escuché gritar de una forma aterradora, aún sueño con ese grito. Desgarrador, impactante, crudo, de ultratumba...
Hoy. El forense dijo que el golpe de la defensa le fracturó el craneo en el mismo momento en que el vehiculo tocó el cuerpo. No sintió nada. Eso es lo que él dice. Médico de pacotilla, qué sabe el de los gritos que puede lanzar una tortuga al despedirse de este mundo, qué saben esos transeuntes de mierda que aseguraron al personal que levantaba el cuerpo, que en realidad, era yo quien gritaba... |