Siempre es bueno que nos den temas para más relatos...
Y el pobre seguía remando contra los adjetivos y los verbos que se interponían delante de su psiquis, alimentándose de las miserias que sólo resucitaban más miseria en él. Atravesando los largos pasadizos de su mente se agazapaba a la espera de más víctimas, para poder enriquecerse con sus luces. Una y otra vez rondaba la entelequia inexistente de su mente, contrayendo los principios del universo dentro de tan copioso laberinto. Hasta que las horas volvían a premiarlo con otro ser disecado entre sus garras, atraído por quien sabe que palabras y que versos; cándidos, nobles, insatisfechos, ingenuos, dentro de esa espiral maligna de sueños y falacias que aprisionaban el tenor de sus delicias. Luego la depuración como una oruga convertida en mariposa pululando entre los aires, camuflado, deseoso de más cuerpos. Así su red entretejida de malas intenciones volvía a hurgar en lo fresco de otras mentes, cóncavas, convexas, habitando un territorio virgen, inexplorado de las más bajas latitudes. Y la risa lo cubría al sentirse victorioso, invicto, henchido de cadáveres, inerte, agónico. Después, la noche ocupaba su intelecto en oscuras regiones de pobreza que nunca translucía, para asirse de las horas y los días prósperos, internado en lo profundo de sus cuevas. Toda piedad e imploración serían necias para el cese de su infinitud, en un intento de rescatar la más pura convivencia con la mediocridad.
Ana Cecilia.
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