Pensábamos que estaba lloviendo, pero solo estábamos tristes, alguien salió a la calle para confirmar, “esta gris, pero no, no llueve” informó al rato. Nos dedicamos a escapar de nosotros mismos, las botellas de cerveza rodaban por la alfombra, las nubes de moscas picaban en los ojos; el amoblado del living nos miraba desde la madera añeja barnizada y los sillones nos succionaban hasta un núcleo de algo. Alcancé a tocar. Todo estaba como medio azul ahora, esas burbujas tenían algún significado.

Sin siquiera darnos cuenta estábamos alegres de que saliera el sol, comimos completos con tomate y palta y en la piscina dentro de nuestros trajes de baños de colores chillones, entremedio de estáticos chorros líquidos transparentes, nos dimos cuenta que llovía, ¡chucha!, pero mantuvimos el tono, y ojalá siguiera. Me desplomo en un montón de pelotas de fútbol, sigo pensando en lo que diré mañana.

Quizás fue un buen día, perfecto diría yo, genial, brillante, vibrante. Diría yo de nuevo. Quisiera pensar eso al final. Pero no me sigan, es que estoy hecho de greda.