Aurora

—¡Cállate! ¡Ya déjame en paz! — Gritaba desesperada Aurora mientras caminaba sin rumbo fijo por su obscurecida casa.
—Comprende que tenemos que irnos —respondió con una voz amable y cariñosa la joven y bella mujer, con la que discutía la doliente niña.
—¡No!, ¡Quiero ver a mi papá! — rebatió la pequeña, con un tono que oscilaba entre el enfado la desesperación y la tristeza.
Sin duda la actitud de Aurora era de lo más natural, apenas y tenia diez años. Además, a cualquier edad separarse de un padre es doloroso, sobretodo si es lo único que se tiene, y su papá era lo único que Aurora tenia. Ya que su madre al momento de parir había muerto.
Si bien la hermosa mujer comprendía todo esto, era su deber hacer entrar en razón a la niña.
—Chiquita, tu sabes bien que eso no es posible —prosiguió con su tono amable la mujer —tu sabes bien lo que pasó en el accidente.
—¡No me importa! —respondió Aurora mientras se soltaba en llanto —¡Quiero ver a mi papá!
—Aurora, la gente muere, pero no es malo —trataba la joven de consolar a la chiquilla —es parte de la vida, además algún día, te reencontraras con él.
—¡Lo quiero ver ahora! —decía inmersa en lagrimas la niña —Por favor...
—Me gustaría poder hacer algo, pero no puedo, tenemos que irnos —continuo la hermosa joven —pero... ¡vas a conocer a tu mama!
—¿Mi mama? —pregunto un poco más tranquila la pequeña.
—Si, apuesto a que la quieres conocer. —Dijo la joven.
—Si... ¡Si quiero! —dijo entusiasmada Aurora, pero aún un tanto triste.
—Pues ella nos espera en el lugar a donde vamos, te prometo que es un bello lugar, ¿nos vamos ya? —cuestiono la mujer.
Aurora volteo a ver toda su casa, sin duda se veía distinta a como la recordaba, ahora era opaca y carente de vida, tal ves aquel sitio al que iría no era tan malo después de todo.
—Adiós papá —dijo por ultimo la niña, tomó a la mujer de la mano, y ambas salieron caminando del lugar.