El niño mira impávido a su madre sus ojos grisáceos, cargados de una eterna inocencia, parece que su vida estuviera llena de un remolino cíclico, él esta en su cuna, con su sexo inmaduro, se ríe entre pañales sucios, ella baila entre las paredes presa de la angustia y la soledad. Mira al niño y su sucia infancia se desborda por sus ojos.
Un padre desconocido y una madre frívola, sometida, a un monstruo enorme, que no se rendía jamás al llanto de la mujer desesperada que de rodillas y con gritos temblorosos pedía escapar de aquel lugar, ¡perdón, perdón! Salían presurosos de sus labios agrietados.
Esa mujer colgó el infierno en mi pieza que con ojos libidos mutilaban mi juventud, mi cuerpo aún no se desarrollaba y él lo moldeaba con sus asquerosas manos. Mientras, habla aprieta al niño hacia su pecho y su corazón rápidamente empieza a palpitar.
Mi madre miraba esto con la inocencia de su pobre educación de la misma que yo soy presa ahora, las paredes mohosas, no recibían un rayo de sol, la humedad, el olor de la tierra mojada, el columpio a medio colgar de la plaza, donde los niños jugaban felices de las manos de sus padres.
Yo era raptada entre pesadillas y dragones poderosos, entre príncipes azules y caballos blancos, tenía tan claro en mí que jamás llegarían que se volvieron pesadillas.
Temblaba yo cuando tu salías por la puerta minúscula del jardín, y dejabas sola a la rata frente al gato dejando a este a su cuidado. Sus filosas manos recorrían mi cuerpo, mis brazos se crispaban, tu jamas entrabas por la puerta, el me tomaba en sus brazos negros y yo desaparecía, cuando tu llegabas no te dabas cuenta de que lloraba escondida en un asqueroso rincón.
Pero mañana será ayer, y tu crecerás resistente y nadie te hará daño, soy tuya y tu eres mío, cada uno es el tesoro del otro.
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