Cuándo empecé a trabajar como periodista gráfico, le pregunté a mi jefe de redacción cuál era el secreto para obtener las mejores imágenes, para apropiarme de las fotos más impactantes, esas que se quedan adheridas en el alma y que, aunque pasen los años, jamás se olvidan. Él me respondió que todos los fotógrafos de prensa estamos rodeados, todo el tiempo, de esas imágenes pero que muy pocos tenemos las agallas para resistir hasta el final, para mordernos la lengua y tragarnos las emociones ante esas imágenes.
-Primero la nota. Concluyó atravesándome con la mirada. –Siempre es primero la nota y después las emociones- me repitió.
Desde aquel entonces, cada vez que empuño la cámara fotográfica, esas palabras se me agolpan en la cabeza, en la memoria y siento un cosquilleo en el pecho; sé que es el valor que me reta y me pregunta si, en esta nueva ocasión, aguantaré más que los demás y llegaré hasta el final.
Esta mañana sentí el cosquilleo en el pecho desde que vi el accidente de tráfico y las llamas alejaban a la gente. Acababa de ocurrir porque no había ambulancias o patrullas, las llantas del automóvil seguían girando y alcancé a escuchar los gritos de un hombre desde el interior del carro. Saqué la cámara y descubrí el lente, la empuñé con firmeza y al levantar la mirada hacia el accidente, el hombre del auto ya había logrado abrir la portezuela, estaba encendido desde los tobillos hasta la cabeza y sus gritos eran desgarradores. A quince metros de distancia, alcanzaba a respirar el amargo olor de sus cabellos carbonizados; corrió hacia mí golpeándose con los brazos el cuerpo y chillando como si fuera un animal de rastro a la mitad de su ejecución; yo disparé una tras otra veinte fotografías hasta que se acabó el rollo y tomé la otra cámara. Apenas estaba sujetándola cuando el hombre en llamas se tiró al suelo hasta quedar a unos metros de mí. Alcancé a escuchar a lo lejos unos gritos de mujer pidiendo ayuda y en fracciones de segundo la calle se llenó de peatones que trataban de apagar el fuego de aquel hombre mientras yo seguía tragando desesperadamente mis emociones y repitiéndome que primero era la nota.
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