Muchas veces, se ocupa de mi la amarga sensación de saber más de lo quiero saber y de intuir más de lo que puedo contar. Me siento sola.
Mas en este momento, sólo puedo dar fe de lo que después del dolor, se me ha convidado a mirar: la vida sobre todo me impone su paciencia.

En materias de amor, de compartir, de comulgar,
no hay nada que se pueda exigir,
apenas hay cosas que se pueden mostrar.

Con pena y no poca decepción he llegado a creer: “La intuición no es más que nuestros anhelos más solitarios y profundos”. O que la ilusión es la peor de mis pesadillas. Sin embargo, hoy digo qué sería de mí, si sólo arrastrara una ruta de certera y lógica existencia. Qué sería del mundo, del mío, al no ver cada día su mudo palpitar. O cegarse al ave que cual suicida en la mañana se lanza durante un segundo al azar, si siente que debe prescindir de su aleteo. En mí cabría menos el dolor y la reyerta, pero no sé en qué espacio de existencia pondría lo que soy, sabiéndome sombría.