No es nada nuevo estar aquí sentada de nuevo con un hueco en el pecho, con un tiro en los sueños que soñé hace apenas un par de noches. Es común, y recurrente. Al menos tengo la recompensa de saber que no me cierro a la posibilidad de imaginar y de inventarme aunque sea un sólo día que de verdd sea perfecto. Lo que pasa con esos días es muy sencillo, aunque no lo sepas, son días corrientes como cualquiera, en los que amanezco ya sin tanta desgana, pasa la mañana y pasa serena y certera como siempre, llega el mediodía... En estos días "perfectos" por así llamarlos, de verdad no existe tal perfección, sólo que la rutina no me golpea con tanta fuerza en la cara, y el sueño y las ganas de huir que aún se notan, no parecen invencibles. Bueno, en esos días mejores llegas tú, y por lo general puedes cambiarlo todo, puedes agarrarlas victorias y convertirlas en derrotas, o bueno, en las mismas glorias opacadas por tu falta de atención; y hasta puedes tomar la tristeza en tus manos y convertirla en una sonrisa.