Como siempre, vestía muy elegante.

Estaba arreglada como nunca, o… ese día se veía especialmente hermosa.

Llevaba el gabán claro que resaltaba su color de ojos y los zapatos negros de tacón que usaba cuando tenía reunión en el trabajo.

Como siempre, con el cabello bien peinado.

Caminaba altiva por los pasillos de aquella clínica, moviendo las llaves del carro como cuando está nerviosa y mordiendo sutilmente su labio inferior.

Ansiosa pasaba saliva, como si tragara el último bocado de una última copa de vino.

En el fondo, detrás de una ventanilla, estaba la joven que le entregaría un papel con tres datos importantes:

La fecha,
su nombre y una sola palabra al principio del renglón:

Positivo.